La Casa de Montejo, historia en piedra

La arquitectura de la Casa de Montejo es una de las expresiones artísticas más hermosas y constituye un rasgo distintivo de Mérida. En su impresionante fachada se aprecia la maestría con la que los talladores mayas labraron la piedra y sus interiores son una puerta que se abre mágicamente para dejarnos ver la forma en que se vivió en aquellos años en los que el oro verde estaba en su apogeo. Fue en 1980 cuando el Fomento Cultural Banamex A.C. la adquirió para montar el Museo “Casa de Montejo”, uno de los más visitados a lo largo del año, y que en esta ocasión abre sus puertas de par en par para los lectores de Punto Medio.

El maestro Rafael Curiel Ayala, quien funge como guía especializado en el inmueble, explicó que esta fue la primera casa que se edificó sobre la antigua Ichkansihóo (T’Hó), y terminó de construirse en tan solo siete años, de 1542 a 1549. En la fachada se lee: “Esta obra la mando hacer…el Adelantado… Don Francisco de Montejo, año de MDXLIX”.

La casa es de estilo plateresco, porque se asemeja al trabajo de los plateros que cincelaban candelabros y piezas de plata, y muestra de este trabajo tan fino lo constituyen la figura de un anciano cubierto en piel de cordero que da la idea de que sostiene sobre sus espaldas el balcón principal, y a los lados dos recuadros de piedra con una frase en latín dividida: a la izquierda se lee: “Amor dei”, y a la derecha: “Vincit”, que juntas significan “El amor de Dios todo lo vence”.

-En 1565, cuando murió el Adelantado y su esposa Beatriz, la casa la ocupó su hijo, el fundador de Mérida, Francisco de Montejo “el Mozo”, y aquí vivieron tres generaciones de sus descendientes hasta 1840, cuando la adquirió el hacendado yucateco Simón Peón, que le hizo varias modificaciones, como agrandar las tres ventanas del frente y colocar otra, además de que se agregaron dos corredores al sur y al oriente para que hubiera un comedor cerca de la cocina. En la casa hay actualmente 22 recamaras– explicó el maestro.

Al fallecer Simón Peón, la casa la heredó José María Peón Losa y en 1914 la propiedad pasó a la hija de este, doña Eduviges Peón y Peón que estaba casada con Manuel Arrigunaga, quien le hizo más cambios a la casa con elementos decorativos que recuerdan al arte egipcio, griego, gótico, Luis XVI y renacentista.

Al interior, se aprecian amplias habitaciones con libreros elaborados en maderas preciosas, la sala con amplios espejos y con un sofá y sillones de estilo rococó además de mesas y consolas de origen francés, sin que falte una bella imagen de la Virgen de Guadalupe resaltando en la estancia.

En el siguiente espacio, se recrea la recamara con vista a la Plaza principal, donde se observa una cama de latón que data del siglo XIX, junto a la que hay imágenes religiosas, como una cruz que se preserva cubierta por un vidrio.

Y después de atravesar el corredor, en cuyas columnas se dejaron a propósito unas rendijas en las que se aprecia la piedra original expuesta, se puede ingresar a un salón en el que se exhibe de manera temporal la exposición pictórica del artista Ricardo Martínez, para finalmente concluir el recorrido admirando el área del comedor, recubierta en maderas preciosas y rodeado de candelabros de cristal de bacará y pinturas en los techos en las que se aprecian frutas, pájaros, peces, además de adornos y floreros sencillamente hermosos.

Para finalizar la visita, en el tercer piso del inmueble se exhiben las fotografías que en 1946 tomó Armando Salas Portugal en su visita a Yucatán, y en las que nos remonta a Chichén Itzá y Uxmal, además de varios puertos e iglesias que lucen muy diferentes en la actualidad.

Texto y fotos: Manuel Pool Moguel

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