La casa en el montículo

La primera impresión que uno puede tener al llegar a Tahdziú -según los entendidos, uno de los municipios más pobres de Yucatán- es que es un poblado hecho entre milpas. Casas encima de montículos y maizales bien crecidos se van alternando nomás se llega y se avanza rumbo al Palacio Municipal, adivinando, por supuesto, porque no hay señalamientos claros en las calles que, al menos al principio, parecen abrirse paso entre una selva que no quiere darle un segundo de tregua a la modernidad.

Así, como quien no quiere la cosa, nos topamos de frente con la casa que una muchedumbre anónima quemó. Ni siquiera nos detuvimos, pero sólo por pasar despacio, todos los ojos se abren y todos los oídos escuchan lo que dos forasteros tengan que hacer y decir. Así se siente, incluso sin bajar las ventanas y sentir el olor a leña que emerge de las columnas de humo que sale de todos los techos. La operación se repetirá al rato. Por ahora seguimos. Empieza a tronar. La lluvia se prepara.

En el Palacio, nos dicen que el alcalde Pedro Yah Sabido, priista de corazón y recién reelegido en el cargo, ya no va a regresar, pero que está en su casa. “¿Cree que nos reciba? ¿Dónde está su casa”, pregunto con nervios después de dos horas en la carretera. Y nos explican cómo llegar de la manera más complicada. “Usted pregunte por don Tormenta. Es el nombre de su grupo musical”. Más claro ni el agua, porque nomás con esa seña lo encontramos en cinco minutos.

Esperamos afuera. Don Pedro está atendiendo a una señora. Mientras esto ocurre, un sujeto corpulento y manos con cal me revela que Tahdziú es un pueblo de músicos. “Velo, jefe, aquí está don Tormenta. Su grupo se llama ‘Los Diamantes’, la evolución musical de México, muy importante. En la esquina, están ‘Los Negritos’. Tiene su letrero. Y hay otros: ‘Indomables’, ‘Súper Crack’ y ‘Energía Musical’”. Tocan, me dice el informante, en Tzucacab, en Tihosuco y en Peto. “Hay mucho maestro de música por aquí”, confirma.

Yah Sabido nos recibe. Es una casa sencilla de dos piezas con pisos bien puestos, tiliches en las esquinas y trofeos de béisbol grandes hechos de aluminio. Sentado junto a una mesa repleta de papeles y chequeras, don Pedro habla con mi compañero Manuel Pool sobre el caso que cimbró a Yucatán: un sujeto, al parecer con trastornos mentales, violó a una niña de seis años para luego asfixiarla y aventarla a un pozo de 30 metros, a un costado de la casa de familia del varón.

Personalmente, ya no quiero saber un maldito detalle más del acto, pero también es verdad que he venido a entender qué vacío se esconde cuando a una comunidad se le hace fácil pintarle un pito a la Constitución Mexicana y expulsar a una familia de una comunidad donde la gente se asesina por error cuando salen a las batidas y el disparo de la escopeta confunde venados por cristianos.

Las conclusiones de esa entrevista las tiene mi compañero Manuel Pool, mi vecino en esta página. A mí, el detalle que más me sorprende fue la revelación del alcalde en torno a la madre del sujeto, quien le habría solicitado al edil diez metros alambre para proteger a sus gallinas del hijo ya preso, puesto que éste, cuando “se le retentaba su mal”, solía descabezarlas cual cuento de Quiroga, el uruguayo. (Continuará).

Texto: Esteban Sanjuán

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *