La esperanza

Mario Barghomz

mbarghomz2012@hotmail.com

Hace mucho tiempo (300 mil años) cuando el hombre todavía era un cazador, fue un período de mucha carencia sobre lo que prevalecía la búsqueda de alimento. Buscar y encontrar comida era la primera necesidad de un hombre que pasaba la vida viendo cómo alimentarse. Desde el alba hasta el atardecer era la principal actividad de los neandertales.

En las últimas dos décadas del siglo pasado, pero sobre todo luego del año dos mil de este nuevo siglo y milenio, se hizo muy popular el axioma “aquí y ahora” que definía recíprocamente también la premisa “sólo por hoy”. Las dos ideas y “pseudo filosofías” fueron caldo de cultivo para mucha “literatura barata” que mucha gente comenzó a leer bajo el membrete de “libros de autoestima”.

El “vive ahora” y “solo por hoy” (que es también la principal misiva de adictos y alcohólicos) se convirtió también en aquello que anulaba la esperanza, porque la esperanza es una cosa del futuro y no del momento presente. Su prefijo “espera” nos invita imperativamente a esperar. Y a la vez, la espera, aparece ligada a la paciencia. En este sentido son la espera y la paciencia, los sustratos del futuro, del momento no presente, sino de lo que vendrá después. Me gusta citar un mito que nos aclara muy bien cuál es el sustento y sentido de todo aquello que debe esperar. Se trata del mito de Pandora, según los griegos antiguos, la primera mujer de la Tierra que Zeus mandó crear a Vulcano para castigar a los hombres por su deslealtad.

La encomienda de Zeus fue hacer bajar a Pandora a la Tierra, portando una caja donde había puesto todos los males del mundo: la enfermedad, la pobreza, la vejez, la ignorancia, la guerra, la inmundicia… con lo que sometería a los hombres. Pero debajo de todas las calamidades con las que hasta hoy lidiamos, Zeus, que tampoco quiso que la humanidad pereciera, colocó lo que él sabía salvaría a los mortales de todo padecimiento y desgracia; ¡la esperanza!

Quizá por ello la esperanza siempre ha persuadido al ser humano para que aprenda a esperar y sea más paciente. Para que aprenda a construir y orientar su devenir, nos diría Martín Heidegger.

Un devenir que también, sin duda, se liga a la fe. Una fe que nos permita ser más fuertes en la espera para que no perdamos la serenidad y la fortaleza de nuestro espíritu.

Lo que el ser espera a veces es encontrar lo que busca, tener lo que quiere (quizá una mejor vida), encontrar las respuestas a sus preguntas que a veces no se encuentran en el presente.

La fe de la que hablo no es religiosa, aunque pueda serlo. Hay que recordar que fue un dios (Zeus) el que puso debajo de todos los males del mundo esa oportunidad de redención. Hablo más bien de tener fe en sí mismo, de saber que somos capaces no solo de hacer, de actuar en el momento presente, sino también de esperar.

A veces la paciencia es todo lo que necesitamos para salvar el día o la vida. Y toda paciencia es una virtud, una cualidad y una capacidad del espíritu (¿qué alma no espera algún día regresar a la eternidad?). Si la esperanza se agota, entonces no queda nada… solo presente. Y si este no es suficiente o no alcanza, se derrumbará nuestro ánimo y aparecerá el temor a la nada, al vacío como principio y fin de todo.

Eckhart Tolle, el famoso guía espiritual, defiende el ahora como nuestra única posibilidad sin esperar nada más. Para Tolle todo mañana es momento siempre presente sin posibilidad de futuro. Pero en su idea se anula la esperanza; la idea de la espera ante una situación de riesgo o de crisis. La idea de la fe misma en tantos que esperan una nueva oportunidad, en la idea de tener más tiempo antes de poder recuperarse.

En un quirófano, ante una cirugía entre la vida y la muerte; nuestra mejor oportunidad es la esperanza, y oramos y rezamos por ella. Esa cosa que Zeus deseó que siempre tuviéramos.