Salvador Castell-González
La ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de París 2024 dejó una huella imborrable en las redes sociales. Entre los grandes escenarios, uno en particular generó controversia y reflexión: “La Fiesta de los Dioses”. Esta pintura, atribuida al neerlandés Jan Hermansz van Bijlert, se convirtió en el epicentro de un debate cultural y religioso que trascendió las fronteras del arte.
“La Fiesta de los Dioses” representa un banquete celestial donde los dioses grecolatinos se reúnen para celebrar el matrimonio de Tetis y Peleo. En la mesa, preside el dios Apolo, rodeado de figuras mitológicas como Hércules, Neptuno y Eris. La obra, realizada en 1635, es un testimonio de la riqueza cultural y la fascinación por la mitología en la Europa barroca.
Durante la ceremonia olímpica, una puesta en escena inspirada en “La Fiesta de los Dioses” se desplegó ante los ojos del mundo causando un impacto abrumador de la normalizada intolerancia en la cual vivimos. Todo comenzó porque muchos espectadores confundieron esta representación con “La Última Cena”, el icónico cuadro de Leonardo da Vinci que representa el momento crucial antes de la crucifixión de Jesucristo. La similitud visual entre las dos obras generó un revuelo que deja clara la intolerancia normalizada de nuestras sociedades.
El director Thomas Jolly afirmó que no se trataba de una burla hacia la fe cristiana, sino de una oportunidad para promover la tolerancia hacia las percepciones sexuales y de género, y comentó que la diversidad de los dioses en la pintura refleja la multiplicidad de voces y experiencias en nuestra sociedad actual.
Tras una inesperada y violenta respuesta de la comunidad católica, la representación de una cena “divina” evocaba inevitablemente la imagen sagrada de la Última Cena. La indignación se propagó en redes sociales y columnas de opinión.
La Fiesta de los Dioses” se convirtió en un símbolo de la tensión entre la libertad artística y la fe. En un mundo cada vez más diverso es crucial encontrar un equilibrio que permita la expresión creativa sin herir sensibilidades profundas.
Está claro que es un reflejo hacia la intolerancia de la diversidad sexual y de género, o al menos así parece. Han habido muchas otras representaciones de la Última Cena de personajes tan polémicos como Los Simpson o de la familia mafiosa de Los Soprano que no despertaron esta oleada violenta e intolerante.La controversia en torno a esta pintura nos invita a dialogar y hacer la reflexión de lo que hemos normalizado hoy la igualdad y justicia para todas las personas es una necesidad global, debemos cuestionar nuestras percepciones y a celebrar la diversidad en todas sus formas. “La Fiesta de los Dioses” seguirá siendo un recordatorio de que el arte puede ser un espejo de nuestra sociedad y un catalizador para el cambio, o al menos un potenciador de nuestra esencia, incluso cuando esta es intolerante.