Una historia de tesón y constancia que comenzó a principios de los años 80 en un pequeño puesto de Coca Cola en el cruce de la calle 59 y el Periférico, entonces de apenas dos carriles, es la que está detrás de “La Frontera del Oriente”, un lugar que se ha vuelto famoso en toda la ciudad gracias a sus enormes tortas de empanizado dulce y carne asada, que junto con sus kibis y empanadas rellenas, se han convertido en el patrimonio gastronómico de la familia Sulub, cuyos integrantes luchan día tras día por mantener su calidad y buena sazón. Hasta el momento lo han logrado y con creces.
-Mi papá, don Gabriel Sulub Amaya, es el que abrió este lugar con mucho trabajo, en ese puesto de madera comenzó vendiendo de todo, hasta café. Si no funcionaba una cosa metía otra, hasta que le dio a las tortas y los tacos de asado– comentó a Punto Medio, Elmer, quien recordó que tenía 16 o 17 años cuando dejó su trabajo en una carpintería para ayudar a su padre en la entonces incipiente lonchería.
-Mi padre es un ejemplo para mí, porque desde las tres de la mañana se levantaba para ir a buscar sus tortillas al mercado. En ese tiempo no tenía coche, esperaba el primer camión y de regreso se bajaba en la panadería el Despachito, que está en la calle 59, compraba su francés y así cargado tenía que caminar desde la esquina del Primero de Enero hasta el Periférico, hasta allá llegaba el camión– rememoró con nostalgia el entrevistado, quien destacó que era tan solo una calle mala la prolongación de la 59 hacia lo que hoy es la colonia San Camilo.
Pero allá no terminaba la jornada para Don Gabriel, que apenas llegaba comenzaba a freír su carne, era su costumbre aun después de que tuvo empleados que prácticamente le ayudaban a servir y envolver.
-Tratamos de conservar el sabor y el estilo que fomentó, como el empanizado dulce que se sirve con mayonesa, y que en un principio no le convencía del todo a los clientes, pero don Gabriel, insistía y les ofrecía no cobrarles si no les gustaba, hasta que en la actualidad es la característica de las tortas que vendemos, sean de asado o de empanizado, que también metemos en los kibis y en las empanadas especiales, que él hizo por primera vez– explicó la señora María del Carmen Basto Marrufo, quien desde hace más de 25 años llegó a trabajar al lugar y ahora es parte de la familia.
-En ese puesto de madera mi papá freía, despachaba y cortaba. Junto a su estufa estaba la nevera y encima su tabla, así estuvo por 12 años hasta que hubo la oportunidad de colocar láminas y viguetas y poner en forma el local al que ahora llega gente de colonias ubicadas al otro lado de la ciudad, como Juan Pablo II y Las Américas, que se quejan de que no hay una sucursal cercana– compartió Elmer, quien recalcó que su padre en la actualidad se ha retirado del negocio dejándolo en manos de sus hijos y nietos como Vianey, quien desde los 15 años junto a sus padres aprendió a tratar con diligencia y amabilidad al público.
-Quiero agradecer a la gente su preferencia y que les guste venir a comer acá, hay mucha competencia cerca, pero la gente dice que no es igual, por eso es nuestro compromiso mantener el prestigio el sabor y calidad como si mi abuelo estuviera al frente– puntualizó.
Texto: Manuel Pool Moguel
Fotos: Amílcar Rodríguez