Libro detalla abusos y atropellos que sufrieron los mayas desde la época colonial

El autor, Rafael Echazarreta Torres, destaca las etapas de desarrollo que ha tenido la región, que por cuestiones de corrupción no han traído bienestar para todos los involucrados

Los abusos y atropellos que ha sufrido desde la época colonial el pueblo maya y sus descendientes quedan plasmados en el libro “El sur tiene esperanza”, en el que su autor, Rafael Echazarreta Torres, destaca las etapas de desarrollo que ha tenido la región, que por cuestiones de corrupción no han traído bienestar para todos.

“Los mayas y sus descendientes han vivido sumidos en la pobreza y en su tiempo en la esclavitud. Ahora con la llegada del Tren Maya y su interconexión con el corredor transoceánico de nueva cuenta surge la esperanza”, escribe en esta obra Rafael, que es una muy buena opción para conocer, desde una óptica muy particular, más de la historia del Sur de México.

“Los mayas construyeron sus ciudades de manera orgánica siguiendo un eje determinado con base en ciertos puntos de observación astronómica y a la disponibilidad de recursos, valoraban especialmente la presencia de los cenotes”, explica el autor, quien en su obra nos traslada al momento en el que se dio el primer encuentro con los españoles.

Se presume que fue en julio de 1502 cuando Cristóbal Colón llegó a una de las islas en la Bahía de las Costas de Honduras, cuando una canoa de comerciantes mayas se acercó a la embarcación. Fue a partir de allí que la codicia de los invasores creció al observar la manera en que los nativos estaban ataviados, entonces capturaron al capitán para convertirlo en su intérprete.

Fue hasta 1511 que la carabela española Santa María de la Barca, que venía bajo el mando de Pedro de Valdivia, naufragó frente a las costas de Jamaica con un arrecife. Una decena de sobrevivientes navegaron a la deriva y llegaron a las costas de Yucatán, donde fueron apresados.

Entre estos hombres se encontraban Jerónimo de Aguilar y Gonzalo de Guerrero, quienes lograron escapar pero fueron apresados en un señorío vecino. Tiempo después Guerrero fue dado como esclavo a Nachan Can, a quien sirvió como jefe de guerra hasta contra las huestes españolas.

La guerra de conquista del pueblo Maya duró de 1523 a 1697, hasta que un ataque decisivo de los españoles dirigidos, por Martín de Arzua y Arizmendi, derrotó al último reino independiente y así inició una era oscura para los herederos de la cultura Maya, pues siguieron décadas de explotación, los indios varones de élites indígenas eran fuertemente gravados y terminaban convertidos en servidumbre por adeudar el pago de impuestos.

“Los mayas han vivido sumidos en la pobreza y, en su tiempo, en la esclavitud. Ahora con la llegada del Tren Maya y su interconexión con el corredor transoceánico de nueva cuenta surge la esperanza”, escribe Rafael en esta obra.

En la época colonial, al final de la jerarquía social, se encontraban los indígenas que quedaron relegados a servir en las haciendas y realizar trabajos pesados y mal pagados, sin posibilidad de subir en la escala social ni de mejorar sus condiciones de vida. En las tiendas de raya se endeudaban y eternizaban su condición de trabajadores esclavos en las plantaciones de las haciendas.

La independencia no cambió la pobreza total en la que se encontraba sumida la población indígena maya, sin posibilidad de acceder a educación y salud, condiciones que motivaron a que en julio de 1847 los mayas se sublevaran iniciando la Guerra de Castas, que concluyó en 1901 cuando los indígenas huyeron para internarse en las selvas donde formaron aldeas que cambiaban de lugar siguiendo la tradición Maya de la milpa y el sistema de tumba, toda y quema.

“En la actualidad, los descendientes mayas siguen viviendo en pequeñas aldeas y comunidades, apenas con lo indispensable y sin oportunidades de progreso y bienestar, sin apoyo ni el reconocimiento que merecen”, cita Echazarreta Torres, quien asegura que pronto se romperán esas cadenas de pobreza y esclavitud de la mano del Tren Maya, que no solamente es un tren, sino “el camino al futuro”.

Texto y fotos: Manuel Pool