La humildad tiene espacio hasta en la política y negocios: monseñor Gustavo Rodríguez

El arzobispo de Yucatán explica que ser humilde no es sinónimo de ser un tonto del que todos puedan abusar, sino de alguien en el que pueden confiar

Al oficiar la homilía en la Catedral de San Ildefonso, monseñor Gustavo Rodríguez Vega aseguró que la humildad tiene un espacio en todos los lugares, incluso en la política o los negocios.

“Ella nos llevará a ser como dice Jesús, sencillos como palomas y prudentes como serpientes (cfr. Mt 10, 16), lo cual significa en este caso que el humilde debe proceder sin malas intenciones ni malas actitudes, debiendo a su vez estar muy atento a las posibles malas intenciones de quienes le rodean”.

Explicó que ser humilde no es sinónimo de ser un tonto del que todos puedan abusar.

“Eso no sería virtud, sino debilidad o torpeza. El humilde es esa persona en la que todos saben que pueden confiar, porque no tratará de aprovecharse de los demás, aquel que lo que pueda conseguir lo hará de frente, sin poses de grandeza, que no pretenda hacer sentir menos a nadie. Hay personalidades grandes en este mundo que son realmente humildes. Lo mismo que ser políticos, personas de grandes negocios, académicos o artistas, no es sinónimos de ser vanidoso, de ser fatuo ni déspota”, señaló.

La humildad no es pues, virtud exclusiva para pobres, ignorantes o menores de edad; en cambio, en todos los niveles de edad, de poder, de economía, del saber, se puede alcanzar la más alta cima de humildad y sencillez. El humilde es esa persona que a todos puede caer bien; y todo lo contrario para la persona orgullosa.

Dice el texto: “No hay remedio para el hombre orgulloso, porque ya está arraigado en la maldad” (Sir 3, 30).

El arzobispo de Yucatán dijo que en el evangelio, según san Lucas, podemos decir que encontramos a Jesús metido en la “boca del lobo”, porque aceptó la invitación que le hizo uno de los jefes de los fariseos para ir a comer a su casa un sábado y por supuesto, la casa estaba llena de gente del gremio, es decir, de fariseos que estaban espiándolo a ver qué hacía o decía. Jesús asistió revestido como siempre de su humildad, pero a la vez con valor y astucia. La trampa resultó para ellos porque se lucieron delante de Jesús tratando de escoger los primeros lugares en el banquete.

De este modo Jesús aprovechó para dejarles un par de enseñanzas: ser humildes y preferir a los humildes. Él les da un consejo muy práctico, que alguien lo podría cumplir aún sin la virtud de la humildad, sino como táctica para no pasar vergüenzas, pudiéndose incluso dar el caso de ser reconocido y honrado públicamente.

Aclaró que de ninguna manera es malo invitar a nuestros seres queridos a una comida, al contrario, es muy bueno convivir en familia, así como en amistad. Pero además de esto, Jesús nos llama a ensanchar nuestro corazón para darles de comer a quienes no tienen manera de retribuirnos. Sin necesidad de organizar banquetes, podemos dar comida al pobre que la pida; llevar nuestra despensa a la parroquia para que se distribuya a los pobres; apoyar a los distintos comedores de los pobres que hay en distintas parroquias; incluso apoyar a lugares como la “Cáritas”, y el “Banco de Alimentos”.

“Lo que no es una virtud cristiana es invitar a los poderosos, económica o políticamente hablando, para ver qué provecho podemos sacar de ellos. Hay quienes hasta buscan para sus hijos, padrinos entre la gente poderosa, para provecho propio, en vez de tener un verdadero testigo de la fe junto a su hijo. El padrino de cualquier sacramento debe ser para el niño o joven, y no para que los papás saquen provecho del compadrazgo”, señaló.

Para finalizar, mandó un saludo a todos los niños, niñas y jóvenes que hoy regresan a las escuelas de Yucatán, lo mismo que a todos los maestros y maestras.

“Los obispos mexicanos hemos enviado un mensaje sobre la educación en México que lleva por nombre: Respondamos a lo esencial: educar a los niños y jóvenes”, culminó.

Texto y foto: Darwin Ail