A partir del Porfiriato estos sitios se rodearon de verjas y se adornaron de faroles, kioskos, fuentes y jardines, cuando antes estaban en condiciones insalubres
Muy difícil es imaginar a nuestra Mérida en aquellos años en los que sus parques se encontraban rodeados de calles de tierra en donde cuando llovía se formaban charcos y en tiempo de secas, polvaredas. Salvo la Plaza Grande, Santa Lucía y el Parque del Jesús, luego llamado Central y hoy Parque Hidalgo, los demás prácticamente se encontraban en condiciones insalubres.
La ausencia de empedrado urbano y de un sistema de alcantarillado (muy costoso debido a la enorme cantidad de piedras concentradas en el subsuelo urbano) hacía que en temporada de lluvias la ciudad fuera caótica y desarreglada.
Así lo consigna Pedro Miranda Ojeda en su obra “La modernización de los Parques de Mérida Yucatán 1870-1910”, donde señala que en Santiago, cuya feria destacaba como una de las más importantes de Yucatán, las descripciones de su plaza coinciden en señalarla como un lugar insalubre, colmado de hierbas y de animales que ahí se criaban. El aspecto de la plaza de Santa Ana, por su parte, tampoco difería mucho del de las plazas de San Sebastián, San Juan, San Cristóbal y La Mejorada.
Fue durante el Porfiriato, cuando al estilo europeo, los parques se rodearon de verjas y se adornaron de faroles, kioskos, fuentes y jardines. A manera de ejemplo cita que el Parque de la Plazuela de Jesús era considerado uno de los sitios más acogedores de la ciudad gracias a las retretas (serenatas al aire libre) presentadas los jueves y los domingos, pero además, el público podía disfrutar del paseo alrededor de la fuente.
Los rejuvenecidos parques, dice el investigador de la Facultad de Ciencias Antropológicas de la UADY, surgieron como lugares de encuentro social y escenarios de la modernización de la ciudad de Mérida. Los paseos en calesa también ofrecían otra dimensión del transporte como una actividad placentera. El alquiler de calesas y los paseos pronto alcanzaron entre la élite la categoría de una presentación pública y una exhibición de elegancia.
El 5 de mayo de 1877, las autoridades locales presentaron un nuevo proyecto de urbanización. El objetivo consistía en dar a calles y plazas nombres de personajes importantes de la historia nacional y estatal, mediante un complejo proceso de resignificación ideológica que se gestaba principalmente gracias al tránsito de la cultura clerical hacia una ciudad laica, con lo cual se despojó a ciertas calles y plazas de los nombres tradicionales que las identificaban.
Asimismo, se cambiaron los nombres de la Plaza de Armas (de la Independencia); La Mejorada (Libertad); San Cristóbal (Reforma); Santiago (Santos Degollado); Santa Ana (Andrés Quintana Roo); San Juan (Velázquez); San Sebastián (Zaragoza); y La Ermita (de la Constitución). Los parques Central y de Santa Lucía, en cambio, se denominaron Hidalgo y de La Unión, respectivamente.
Entonces,los progresos en la mayoría de las plazas fueron significativos y se introdujeron mejoras como la colocación de arboles, colocación de alumbrado, el adoquinado en calles adyacentes y la jardinería.
En 1882 se colocó un kiosko en la plaza principal, estaba rodeada por un enorme enrejado de hierro con puertas que cerraban a determinadas horas, que en 1903 fue retirado. Asimismo, después de las reparaciones hechas en noviembre de 1906, el kiosco también desapareció.
Texto y fotos: Manuel Pool