La política

Mario Barghomz
mbarghomz2012@hotmail.com

En política, la opinión (que puede ser de quien sea o cualquiera, y que siempre es discutible) es una posición, es decir, estar de un lado o de otro (republicanos, liberales, comunistas demócratas…), y una posición en política es siempre una divergencia (diferencia) con aquellos, muchos o pocos (adentro o afuera), que no opinan igual. Los divergentes ocasionan conflictos que pueden ser sólo verbales, sociales o definitivamente políticos.

El problema para una sociedad que está relativamente en paz es cuando se generan diversas opiniones acerca de un mismo asunto o situación, porque junto a ellas (las opiniones) aparecen irremediablemente las diferencias que enfrentarán a unos y a otros.

Los actos públicos, las marchas, las protestas y los mítines con tendencias políticas son evidencia de las divergencias de un pueblo, de sus diferencias de “opinión” sobre un determinado asunto que así creen resolver. Y unos y otros (enfrentados) levantarán la voz y el puño para hacerse oír en lo que suponen “la verdad”.

Esta vieja idea de “opinar” es bastante arcaica y ordinaria derivada del impulso reptiliano (no racional) de hablar cuando “no se conoce” el objeto o la situación real de que se opina. Platón abordó esta cuestión en “el Mito de la Caverna”, donde aquellos que viven en la oscuridad, sin saber a ciencia cierta lo que apenas alcanzan a observar desde su ignorancia (su oscuridad) opinan, ajenos a la evidencia de la verdad que realmente no ven.

Platón a este opinar sin saber le llama “doxa” para definir aquello que sólo se supone o se dice sin conocer. La verdad para Platón es la “episteme” que con el tiempo se convirtió en la ciencia filosófica encargada del estudio del conocimiento: la Epistemología.

Y es este sentido, visto desde la dialéctica, que ninguna verdad cuando ésta es; se opina. Por ello que en el argumento científico poco o nada se opine sobre lo que se investiga y se intenta demostrar, sino que se dan pruebas suficientes de su evidencia.

La pregunta es por qué la “ciencia política” (siendo también precisamente una ciencia) admite tanto argumento falaz, mentiroso y doxológico para que se debata en un campo de contienda donde aparece, y a veces de la más profunda oscuridad, la opinión de aquellos (líderes o no) que pugnarán porque su “opinión” prevalezca.

La política fue creada por Zeus en el mundo cultural griego. Y lo hizo no pensando en un partido o coalición, o para que los hombres arreglaran sus divergencias pugnando unos contra otros. Sino todo lo contrario; ¡para que se pusieran de acuerdo!. Y esto es precisa y exactamente la política; un instrumento de diálogo (no de opinión ni divergencia) para que los hombres coincidan. Para usarla en favor y bien de todos y cada ciudadano.

Y la tarea y deber de cada ciudadano (como individuo) es saber y entender quién es y lo que le corresponde hacer para estar bien, y desde ese conocimiento entender que tiene un deber y un compromiso, dada su relación contractual con el Estado (como dice Rousseau) y con los demás como individuo y ciudadano.

Y es también en este mismo sentido que Aristóteles dijo que “todo hombre es un animal político”; es decir: un alma dispuesta al diálogo y al servicio de la Polis (el Estado) y la comunidad. Pero todos éstos que hoy sólo “opinan” y han vuelto de tan sucia defensa eso del “respeto a la diferencia de opinión” pugnando por la oscuridad de su caverna; ¿saben quiénes son realmente ellos mismos?, ¿entienden que con su oficio, profesión, o trabajo, deberían estar más al servicio de la comunidad; ¡sirviendo!?, ajenos a pleitos, posiciones, divisiones o coaliciones del tipo que sean o que se inventen.

Esta y no otra cosa es la política para aquellos a quienes Zeus legó este conocimiento: Sócrates, Platón y Aristóteles. Y si no es a través de ellos como hemos aprendido nosotros, como también los buenos médicos aprendieron de Hipócrates y Galeno; ¡entonces hemos aprendido mal o no hemos aprendido nada!