Es triste comprobar una vez más que estamos aún muy lejos de ser una tierra de oportunidades para todos.
El informe de movilidad social del Centro de Estudios Espinosa Yglesias, del cual da cuenta el reportero Manuel Pool Moguel, permite entender lo que arriba se afirma a través de datos duros y tristemente escalofriantes.
De entrada, el estudio prueba que ésta es una sociedad en la cual es fácil congelarse si se tiene a la pobreza o ignorancia como antecedente.
En relación con esto, el informe asegura que apenas el 5% de hijos con padres sin título universitario acceden a la educación superior, mientras que el 64% de hijos con padres que sí fueron a la Universidad conseguirán el ansiado título profesional.
Lo anterior comprueba el determinismo en el cual subsisten millones de mexicanos. Demuestra, en otras palabras, que no importa lo mucho que se esfuercen por salir adelante los más necesitados: México es una invitación permanente al pesimismo y a la desesperanza, puesto que las condiciones están dadas para que todo siga igual para los más pobres y, por ende, también para los más ricos, cada vez más una minúscula minoría.
Sin embargo, caer en la tentación de que no tenemos responsabilidad en esta situación, puesto que es un mero tema económico y responsabilidad del gobierno, es vendarse los ojos ante un problema gravísimo, puesto que hay un componente de racismo y clasismo en este contexto.
De esta forma, según el Centro de Estudios Yglesias, los mexicanos con mayores posibilidades de ascender económica y socialmente son aquellos con un tono de piel más claro. Por el contrario, aquellos que poseen un tono más oscuro, suelen tener menor movilidad y tienden, por supuesto, a caer o quedarse en el mismo sitio.
“Dime de qué presumes y te diré de qué careces”. El refrán nos queda como anillo al dedo: supuestos orgullosos mexicanos de piel morena, en realidad, algunos se sienten más cómodos entre pieles más blancas, incapaces de restregarse, de una vez por todas, una mentalidad primitiva, atroz e ignorante.
Algunos dirán que ha sido siempre, pero no hay refrán perdido como tampoco hay mal que dure mil años.
A pocos días de recordar el triunfo de López Obrador del pasado 1 de julio de 2018, no es posible olvidar los millones de votos que lo llevaron a la Presidencia. Esas voces no parecen resignadas ni dispuestas a callarse si todo falla. En ese sentido, el Presidente siempre ha tenido la razón: “Por el bien todos, primero los pobres”.
Si esta nación ha de persistir, sus pobres se tienen que acabar. Algo debe cambiar con urgencia.
No hay mal que dure cien años, ni tonto que lo aguante.