El panorama que el reportero David Correa, corresponsal en Progreso, presenta, es ciertamente desolador.
Una sola de las frases de sus entrevistados, Manuel Sánchez González, presidente de la Unión de Armadores de Yucatán, basta para entender la gravedad de la situación que se avecina: “Es el peor año de la historia de la pesca”.
La situación es compleja, pero dos factores se avizoran con claridad como responsables de esta situación: la falta de organización en la captura, y la depredación.
En ese sentido, aunque muchos en Progreso y la costa yucateca demandan la presencia de más inspectores que evitan la pesca o captura de especies en tiempos de veda -mero, langosta, pepino de mar, por mencionar algunos casos-, es evidente que esto solo se resolverá con educación, conciencia y generación de empleos temporales dignos.
Por otra parte, el hecho de que el pulpo -especie que pronto podrá comenzar a capturarse- posea un precio bajo en el mercado, lo que desincentiva su captura, debiera traducirse en una capacitación que vaya más allá de las redes y que implique tecnología, conocimientos económicos y explotación sustentable.
Nuevamente, la falta de educación y de una visión comercial responsable afectan un importante sector productivo en Yucatán. ¿Existen soluciones? Seguramente, pero ninguna de ellas es sencilla y todas las opciones requieren compromiso del gobierno, la industria y los pescadores.
¿Permitirá esta anunciada crisis la unión de estos tres sectores para adoptar soluciones de fondo cuando aún se está a tiempo o volverán las buenas intenciones a quedarse atrapadas en las redes del egoísmo, la ignorancia y la corrupción?
Son los peces, y no el dinero, el verdadero recurso que importa.