Hoy una de las noticias más importantes a nivel nacional es la inauguración del nuevo aeropuerto de Pekín, uno de los más grandes y modernos del mundo, y que costó 17 mil 500 millones de dólares.
Esta nueva obra se llama de manera oficial Aeropuerto Internacional de Pekín-Daxing, mide 700,000 metros cuadrados y las autoridades afirman que es “el sueño de los chinos”, ya que afirman que recibirá 170 millones de pasajeros y será el centro neurálgico de la zona económica de Pekín.
Al ser inaugurado esta magna obra es inevitable comparar lo que ocurrió en México con el fracasado proyecto del NAIM que estaría ubicado en Texcoco y sentir un poco de envidia, ya que nos es inevitable pensar que una obra de esta magnitud no sólo es necesaria en nuestro país, sino que además tenía una justificación evidente debido a la antigüedad y la incomodidad que se vive en el actual aeropuerto de la Ciudad de México.
Los hubiera no existen, pero si en lugar de tomar decisiones con el hígado y con un matiz político, el Gobierno Federal hubiera reparado todo aquello que estaba chueco y aceptado el ofrecimiento de la iniciativa privada de terminar de desarrollar el nuevo aeropuerto, a lo mejor en un futuro estaríamos hablando de una obra a la altura de los mexicanos, y no de cientos de amparos y de adaptar una base militar como terminal alterna.
