En alguna ocasión, un estudiante de periodismo entregó una crónica por demás intrigante a su profesor de la materia. El texto abordaba en aquel entonces un hecho reciente: el accidente nuclear en Fukushima que comenzó el 11 de marzo de 2011.
El profesor leyó con interés la narración, aterrado por la angustia de un pueblo que vivía, en tierras niponas, una pesadilla idéntica a otra llamada Chernobyl. Reconoció el talento del estudiante para generar atmósferas y descripciones literarias, sin embargo, antes de concluir, aquel docente, navegando con bandera de ingenuo, preguntó al alumno:
Pero, ¿cómo fuiste y regresaste tan rápido?
El alumno sonrió. No, profe… leí muchas crónicas, las he reinterpretado para escribir la mía, mi propia crónica de Fukushima…
No faltará quien diga que aquel muchacho estaba en lo correcto al llamar a aquel engendro una crónica.
Ciertamente aquel escrito era, sin duda, de calidad. Sin embargo, a la luz de las enseñanzas de los viejos lobos de las rotativas, calificaría como un gran reporte, un ensalzado resumen o el más inspirado de los parafraseos, pero jamás como una crónica, género que exige congelarse con la helada, correr por la vida mientras zumban las balas o sudar junto a la multitud que clama en el mitin.
Para contarlo en serio, hay que estar allí, en la capital de los hechos, allá donde pasan, donde quieran que hayan sido.
Por años, este rotativo ha cumplido con la exigencia de la edición de secciones como la nacional o la internacional. Consideramos, modestia a parte, que hemos sido capaces de sintetizar diariamente en seis páginas los hechos más trascendentes de estos importantes ámbitos.
Sin embargo, la alianza estratégica entre Punto Medio y un auténtico cronista de la vida política, social y económica de México y el mundo, como El Universal, nos permitirá profundizar y dedicar más tiempo a las historias locales y regionales sin descuidar la responsabilidad de ofrecer la mejor información nacional, económica e internacional.
Esta unión nos permitirá seguir aprendiendo para ofrecerle la mejor crónica de la que somos capaces, entendiendo, como aquel profesor, que son contadas las ocasiones en las cuales el buen periodismo se puede hacer desde lejos.
Nuestros teclados cobran vida con la brisa de Progreso, el calor de la Plaza Grande o el olor a lluvia en Oxkutzcab.
Nuestras mejores historias son de aquí. Nacen aquí.