Salvador Castell-González
Los plaguicidas son sustancias químicas que se utilizan para controlar, prevenir o eliminar las plagas que afectan a los cultivos agrícolas. Sin embargo, el uso indiscriminado de estos productos puede tener graves consecuencias para la salud humana y la naturaleza.
Los plaguicidas contaminan el suelo, el agua y el aire, afectando a la biodiversidad y al equilibrio ecológico. Además, pueden provocar intoxicaciones agudas o crónicas en las personas que los manipulan, los consumen o los inhalan. Incluso, se ha reportado que algunos plaguicidas pueden causar cáncer, malformaciones congénitas, alteraciones hormonales, problemas neurológicos o alergias.
Por otro lado, el uso excesivo de plaguicidas puede generar resistencia en las plagas, lo que obliga a aumentar las dosis o a cambiar de producto, creando un círculo vicioso de dependencia y contaminación.
El uso excesivo, constante y progresivo afecta a los organismos benéficos que ayudan a controlar las plagas de forma natural, como los insectos polinizadores, los depredadores o los microorganismos.
Hoy, en relación con el Día Mundial de la Seguridad Alimentaria y el Día Mundial del Suelo, y sobre todo aquí en nuestro estado que los plaguicidas son el contaminante de mayor riesgo y cantidad del acuífero, es necesario promover una agricultura no tóxica, que se base en el manejo integrado de plagas, el uso de métodos biológicos, físicos o culturales, y el respeto a los principios agroecológicos.
Esta forma de producir alimentos es más sostenible, saludable y rentable, ya que reduce los costes, los riesgos y los impactos ambientales, y mejora la calidad y la seguridad de los productos.
La agricultura no tóxica es una alternativa viable y necesaria para garantizar la seguridad alimentaria, entendida como el derecho de todas las personas a tener acceso a alimentos suficientes, sanos y nutritivos, que satisfagan sus necesidades y preferencias culturales.
Así, se contribuye a la soberanía alimentaria, que implica el reconocimiento de la diversidad, la autonomía y la participación de los productores y consumidores en el sistema alimentario.
La promoción de sistema productivos sanos, agroecológicos, resilientes, comunitarios y solidarios es una alternativa extraordinaria para promover el desarrollo sostenible, pero sobre todo es una alternativa real para detener la contaminación de nuestra agua de tan peligrosos químicos que hoy se usan de manera irracional.
Mediante algo tan sencillo como migrar nuestra manera de producir alimentos y establecer buenas prácticas se puede desarrollar un modelo económico que sea ejemplo nacional e internacional de cómo impulsar el desarrollo sin destruir los ecosistemas, es más, mejorando la calidad de los mismos.
En conclusión, el uso de los plaguicidas representa un riesgo para la salud y el medio ambiente, y pone en peligro la seguridad alimentaria. Por ello, es importante migrar a una agricultura no tóxica, que respete la naturaleza, la vida y los derechos humanos.