Salvador Castell-González
Cada año, el Día Mundial de la Agricultura nos recuerda la importancia crucial de este sector en la provisión de alimentos y el bienestar de la humanidad. La agricultura no solo es la columna vertebral de las economías rurales, sino también la base sobre la que se construyen nuestras sociedades. Sin embargo, enfrentamos un desafío cada vez mayor: cómo alimentar a una población mundial en constante crecimiento mientras preservamos el planeta y sus recursos.
La agricultura industrial y las malas prácticas agroalimentarias, con su enfoque en la maximización de los rendimientos a corto plazo, ha dejado una huella profunda en nuestro medio ambiente. La degradación de los suelos, la contaminación de las aguas y la pérdida de biodiversidad son solo algunas de las consecuencias de este modelo. Además, ha contribuido a una crisis alimentaria que amenaza la seguridad alimentaria de millones de personas en todo el mundo.
En este contexto, las agroecologías y los saberes alimentarios tradicionales emergen como estrategias clave. La agroecología, que integra principios ecológicos y sociales en la producción agrícola, busca optimizar las interacciones entre las plantas, los animales, los humanos y el medio ambiente. Es un enfoque sostenible que promueve la biodiversidad, reduce el uso de químicos, y fomenta sistemas agrícolas más resilientes frente al cambio climático.
Además, los saberes alimentarios ancestrales, aquellos conocimientos transmitidos de generación en generación sobre el cultivo, la recolección y el consumo de alimentos, ofrecen un enfoque culturalmente enriquecedor para la producción alimentaria. Estos saberes nos enseñan a trabajar en armonía con la naturaleza, respetando los ciclos de vida de la tierra y asegurando la diversificación de cultivos que, a su vez, mejora la seguridad alimentaria.
Promover la agroecología y preservar estos conocimientos no solo es una estrategia de sostenibilidad ambiental, sino también de justicia social. Los pequeños agricultores, quienes suelen ser los guardianes de estos saberes, desempeñan un papel vital en la conservación de la diversidad agrícola y en la provisión de alimentos para las comunidades locales.
Estas técnicas y tecnologías alimentarias han sido mejoradas y han evolucionado con las culturas desde su cosmovisión, donde entendemos que somos parte de la naturaleza y no que la naturaleza nos pertenece.
En este Día Mundial de la Agricultura, es fundamental reflexionar sobre la necesidad de revalorizar estos sistemas. Apostar por la agroecología y los saberes alimentarios es apostar por un futuro en el que todos tengamos acceso a alimentos saludables, producidos de manera sostenible, y donde se respete la sabiduría acumulada de las generaciones pasadas.
El camino hacia un mundo más justo y alimentariamente seguro depende de las decisiones que tomemos hoy. Un futuro social, solidario y sostenible.