Deyanira Trinidad Álvarez Villajuana
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¿Quién no ha sido víctima de lo que considera una injusticia?. En realidad, es un factor común en la raza humana. Sin embargo, pocas personas tienen la determinación de hacer algo más al respecto, que quejarse infructíferamente en sus redes sociales, pero sin tomar acciones contundentes, inteligentes y con apego a derecho.
Si bien, existe un porcentaje de adultos que deciden analizar con profundidad los hechos, hasta entender lo ocurrido y encontrarle soluciones, también existen niños y niñas, que, de forma natural, investigan, no se conforman con las explicaciones superficiales, saben decir que no, y, además, por lo general, tienen razón en lo que dicen. No es tarea fácil el que otros entiendan su forma de razonar, y muchas veces se confunde con falsos diagnósticos, relacionados en diversas ocasiones con autismo, conocido en el pasado, como de alto funcionamiento, Nivel 1 o Asperger.
Las diferencias, son notables, aunque el sentido de no ser entendidos se comparte. Quien crece perteneciendo al mundo de las altas capacidades, contando con un coeficiente intelectual CI, superior a 130, por ejemplo, y cayendo dentro del rango de la genialidad, tenderá a concebir las situaciones, y a las personas, de una forma más integral, profunda y diferente, que la mayor parte de la población. No son “normales” en el sentido literal de la palabra y tampoco quieren serlo. Su diseño, es diferente, y todo tiene un propósito. En lo personal, cuento con un CI de 138, y sé de los beneficios, pero también grandes retos que esto conlleva, y más, siendo mujer.
En un entorno en donde se castiga el pensar, el proponer algo distinto, el disentir, el expresar lo que a todas luces es incorrecto, desde el punto de vista ético, humano y por supuesto, es ilógico, al violarse diferentes principios, ser uno mismo representa un acto de valentía, y para minimizar el impacto de quienes no lo entienden, a veces se opta por la auto imposición de alguna etiqueta, con la finalidad de que la violencia cese. Pero, las personas con altas capacidades, las más de las veces, no están enfermas, saliendo en muchos casos, con una buena inteligencia emocional y autoestima, además de una notable capacidad de resiliencia y adaptación ante las crisis de vida.
Lo que ocurre, es que las injusticias, les enferman, la hipocresía, falta de empatía, lo hecho a medias con la ley del mínimo esfuerzo, la falta de atención al detalle, los pone mal. El desafío no es en sí a la autoridad, sino a lo que se hizo mal, tomando en consideración diversos parámetros al mismo tiempo. Los intereses sueles ser múltiples, y es común obtener resultados sobresalientes en áreas de conocimiento, en apariencia sin conexión, así como contar con un nivel de creatividad muy elevado.
Y he aquí un punto diferencial con el conocidísimo y utilizado de forma equivocada e indiscriminada término “Tdah”, siglas que corresponden al Déficit de Atención con Hiperactividad, ya que, por el contrario, una persona con altas capacidades es capaz de hiper-concentrarse, tiene mucha atención al detalle presentando en ocasiones algunos rasgos obsesivos, por lo cual, puede confundirse con autismo, aunque las diferencias son notables, pero sobre todo, su nivel de ejecución en las tareas que elige, las que son de su particular interés, suele ser de excelencia, y sin costarle tanto trabajo como a la gran mayoría.
Este hecho tiene ventajas, pero también desventajas, ya que suele generar envidias, celos profesionales, y búsqueda de revancha, de quiénes alguna vez fueron frenados en sus malas prácticas, por una mente inquisitiva, que no se doblega ante lo incorrecto, y que desafía el estatus quo, porque ya vio las siete jugadas posteriores, aunque elija en ocasiones el bajo perfil.
La inteligencia, o, mejor dicho, el conjunto de inteligencias, pues son múltiples y no sólo una, pueden considerarse como una bendición, ya que fue un regalo con propósito diseñado de forma exclusiva para cumplir una encomienda mientras se transite por esta tierra. Sin embargo, la sabiduría, es mayor que cualquier tipo de inteligencia o su conjunto, ya que ésta implica lo que los cristianos conocemos como “el temor de Jehová”, que se traduce en el conocimiento de quién es Dios, su palabra, sus principios, y cómo éstos se cumplen en la vida cotidiana, lo sepamos o no, lo entendamos o no.