Las máquinas de escribir ya eran espías

Wikileaks ha dejado en evidencia los cuestionables métodos de la CIA para “velar por la seguridad” de los ciudadanos de EEUU. Espiar a medio mundo y tener sistemas para hackear teléfonos y televisores a espaldas de las compañías que los producen no es algo del todo moral. Sin embargo, la historia del espionaje y del hackeo es ya bastante amplia.

Como no tiene sentido volver a hablar de lo mal que lo ha hecho Yahoo en 2016 en este ámbito o seguir insistiendo en que los usuarios deben protegerse, echemos la vista atrás hasta uno de los primeros hackeos de la historia que empleaba un dispositivo electromecánico que emitía una señal de radio.

Dentro de una máquina de escribir, como las de IBM en las que se detectaron cinco tipos distintos de estos dispositivos, podía detectar con imanes qué teclas se pulsaban y luego transmitían esa información por radiofrecuencia a receptores que no podían estar muy lejos, pues la señal era débil.

Esto es, un hackeo en toda regla, tal y como se llevan a cabo hoy en día, pues su objetivo eran máquinas de escribir, ordenadores, impresoras y cualquier dispositivo criptográfico. Dado que se encontró en una embajada, el peligro que suponía era muy alto para la diplomacia del país.

El caso en cuestión fue documentado por la NSA (la Agencia de Seguridad Nacional de EEUU) en 1983, pero se dio a conocer públicamente en 2012. La agencia reconoció que este intento de espionaje fue uno de los primeros de este tipo con los que se toparon y que, en comparación con los viejos métodos de la guerra fría, era un salto sustancial para los soviéticos.

Hasta el momento, los EEUU asumieron que su enemigo simplemente se limitaba a escuchar con pequeños micrófono escondidos en sitios recónditos, pero con este pequeño dispositivo, se podía transmitir mediante radio lo que se estaba mecanografiando, en el caso de una máquina de escribir.

Dada la sofistificación de esta tecnología, el gobierno de los EEUU asumió que había más dispositivos de esta clase y empezó una investigación para localizarlos y librar así a sus embajadas y lugares más sensibles de ser espiados de posibles amenazas. La embajada en Moscú fue puesta patas arriba y escaneada con una máquina de rayos X para determinar que no se les estaba espiando directamente de ninguna manera.

Fue un proceso lento y costoso, pero que sirvió para que la NSA advirtiera a su personal de estos potenciales peligros y empezara a concienciar al resto de miembros de la burocracia estadounidense en embajadas de países comunistas de que estos peligros eran reales. En total, la agencia descubrió cinco dispositivos de este tipo, cada uno con variantes distintas y cada vez más sofisticados.

Aunque actualmente los sistemas de hackeo y de monitorización son infinitamente más sofisticados y complejos, este tipo de control y espionaje en el rival político tenía unos retos también inmensos: colocar algo físico dentro de una máquina de escribir sin que llame la atención y que retransmita sonido es todo un logro de ingeniería.

 

El Mundo

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