Lenguaje inclusivo

Por Silvia Carrillo Jiménez
silvia.carrillojimenez@gmail.com

* Docente de la Universidad Marista de Mérida.

Estemos o no de acuerdo con la discusión de la integración del lenguaje inclusivo que le piden a la Real Academia Española (RAE) con los cambios en letras como: “e”, la “x” y el “@”, es de suma importancia ver más allá, que veamos qué es lo que se busca con esta exigencia. ¿Por qué la indignación de las personas? ¿Qué es lo que se busca con el lenguaje inclusivo?

Para empezar, tenemos que partir de la primicia que nos indica que la lengua está viva, está en movimiento y por ende en constantes cambios. Cómo escribiría Drexler: “Si quieres que algo se muera, déjalo quieto”. La lengua jamás dejará de cambiar, está viva. El Castellano que se usó por primera vez en “El Quijote” o en la Biblia es completamente diferente en el cuál esta escrito ahora, en Costa Rica Y Colombia, es diferente el castellano, desde referirse a “usted” a alguien que en México sería “tú” o llamarle “Paisa” o “Mae” a un co-nacional. El castellano es diferente y cambia, pero también es obvio y evidente que las reglamentaciones existen por algo, para poder sistematizarla, transmitirla y entenderla mejor y estas reglamentaciones abarcan a todo el lenguaje.

El uso del lenguaje inclusivo se ha convertido ya en una cuestión pública y política. Pues a raíz de una suma de cuestionamientos se ha podido hablar de manera obvia y evidente que en nuestro lenguaje predominan los términos de usos masculinos. Aquí la importancia de revisar el uso del lenguaje sexista. Para mí, el mejor ejemplo siempre será en la Biblia: “No desearás a la mujer de tu prójimo (Los 10 mandamientos)”, “El hombre es hecho a la imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:26-27)” o “Cómo Juzga Dios a los hombres (Romanos, capitulo 2)”.

Predomina siempre el uso de la palabra “hombre” para englobar al ser humano, y en nuestro día a día predominan expresiones como “el daño del hombre a la naturaleza”, en lugar del ser humano, “los niños”, en lugar de la niñez, o “los ciudadanos”, en lugar de la ciudadanía.

Aquí es cuando viene la clave de todo, el cómo hablamos y utilizamos el lenguaje puede generar exclusión y ser discriminatorio. Es difícil muchas veces darnos cuenta de estas características de la lengua, así aprendemos a comunicarnos, es un acto de rebeldía el cuestionarnos, es un acto valiente cuestionar la realidad que a la larga termina volviéndose invisible y, por tanto, ni nos ocupamos de deconstruirla.

Si la batalla es para la creación “género neutro” es porque el uso de lo masculino como valor genérico se ha utilizado siempre para englobar lo femenino, y es una manera en que las políticas lingüísticas pueden ser utilizadas para de alguna manera justificar la violencia y discriminación que expresan.

Estemos o no de acuerdo con la adecuación para la integración de un “género neutro”, la RAE tendrá la ultima palabra, sin embargo, parece una ballata difícil. Empecemos reconociendo que la RAE, desde su creación en 1713, ya hace un poco más de 300 años, no ha tenido nunca una directora mujer. Al parecer nuestra lengua materna, no incluye a las madres.

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