…van llegando a su fin… Se anuncia ya octubre, con su manto de marrones y temperaturas cálidas, castañas y helados, mañanas de rocío y tardes de calor… Septiembre se despide lento, suave, dulce… septiembre es un bello lance de muleta arrastrando en la arena, delicado, inmenso, intenso.
Llega el día de la Merced, comienza para mí con procesiòn nocturna escrita al ritmo que marcan las velas y los tambores, silencio místico en la noche tibia… y luego amanece el día 24… santo de las Mercedes, y de mi madre Mercedes, la señora que me dio la vida y que me da la vida cada día. Jornada de oraciòn, pura, profunda…
Después, en Briòn, pueblo de mi abuela y lugar que enamorò a Rosalía de Castro, festejamos a Santa Minia cada 26 y 27. A nuestra “niña”, santa, virgen y mártir. Y Briòn se convierte en ofrenda, rezo en cada misa, la fe que mueve montañas en los ojos de los miles de visitantes que peregrinan hasta esta localidad, peticiòn, agradecimiento…
…flores, mareas humanas anhelantes de un segundo delante de la etérea presencia de la Virgen Minia, fiesta a la vera de algo muy sagrado y hondo celebrado también con música y mi Galicia típica. Calor, uvas, encuentros con amigos de infancia, noches de verano en las que ya hace falta una rebeca, vida, sentimiento…
Cuando era niña y se terminaba el día 27 me entraba pena. Se iba el festivo, las atracciones, el verano empezaba a anunciar su fin, cada visitante regresaba a su hogar con cada esperanza depositada en la virgen de mi pueblo, que rematara el 27 era un abanico de sensaciones, nos encantaba vivirlo, y duraba tan poco tiempo…
Hoy sé que cada 27 que se va es un 27 vivido. Gozado. Otro año para agradecer a la santa, para acompañarla. Otro año para disfrutar con familia y amigos. Se acaba el 27. Se quedan las velas, las oraciones, la peticiòn que cada uno hizo, el respeto que cada uno presentò… el pueblo, la tarde dorada, septiembre que se va…
Dedicado a Santa Minia
Con la esperanza de que mi abuela se recupere bien…
Dedicado a Luisito, mi virgen ya le conoce