Salvador Castell-González
Durante décadas, hemos disfrutado inconscientemente de la comodidad que ofrecen los productos con sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas (Pfas): desde el teflón antiadherente de nuestras sartenes hasta las espumas contra incendios. Sin embargo, esta comodidad tiene un alto precio: una amenaza latente a nuestra salud y a la estabilidad del planeta.
Recientes estudios científicos, generando un intenso debate global, han clasificado los Pfas como un nuevo límite planetario que ya hemos rebasado.
Imaginemos nuestro planeta como una casa con recursos limitados y un umbral de resistencia a la contaminación. Superar los límites planetarios implica cambios irreversibles y dañinos para el ecosistema. Los Pfas, con su extrema persistencia y ubicuidad, ya han cruzado esa línea roja.
Su peligrosidad radica en su excepcional estabilidad química. A diferencia de la mayoría de las sustancias, los Pfas no se degradan fácilmente en el medio ambiente. Se acumulan en el suelo, el agua y nuestros cuerpos, transmitiéndose de generación en generación como una silenciosa bomba de tiempo. Estudios de la EPA de Estados Unidos y otras agencias internacionales han documentado su presencia incluso en áreas remotas, confirmando su amplia distribución global. Las fuentes de contaminación son diversas, incluyendo vertederos, la industria textil, y el uso de ciertos fertilizantes en la agricultura.
La exposición a los Pfas se ha relacionado con graves problemas de salud, incluyendo alteraciones inmunológicas, disfunciones hepáticas y tiroideas, diversos tipos de cáncer, e incluso problemas de desarrollo en niños. La creciente evidencia científica sobre estos efectos, especialmente en niños (como la supresión de la respuesta a las vacunas), ha llevado a una disminución en las directrices internacionales de calidad del agua.
La irreversibilidad de la contaminación por Pfas es alarmante. Su persistencia extrema y su continuo ciclo en la hidrosfera hacen que la remediación sea extremadamente difícil y costosa. Incluso deteniendo las emisiones hoy, los Pfas persistirían en el medio ambiente durante siglos, causando exposiciones prolongadas con consecuencias impredecibles para las futuras generaciones. La limpieza de suelos y aguas contaminadas representa un enorme desafío tecnológico y económico.
La solución requiere una acción inmediata y global. La eliminación gradual de los Pfas en los productos de consumo es fundamental. Debemos invertir fuertemente en tecnologías de descontaminación, como la biorremediación, el uso de carbón activado, y la oxidación avanzada, y en investigación para desarrollar métodos eficientes y asequibles. La inacción nos llevará a un futuro donde la comodidad del pasado se convierta en una amenaza irreversible. Es crucial actuar ahora para salvaguardar la salud de las generaciones presentes y futuras.