Raúl Monforte es originario de Espita, la Atenas de Yucatán, por ser cuna de escritores, pero también de ingenieros e investigadores
Las raíces de la familia Monforte González se encuentran en Espita, “la Atenas de Yucatán”, lugar de nacimiento y donde transcurrieron los primeros años del ingeniero Raúl Monforte González, quien recuerda como desde temprana edad, desempeñaba actividades muy sencillas como limpiar zapatos y ayudar en el molino de sus abuelitos.
Fue de esta manera, en la que aprendió a darle el valor al trabajo, enseñanza que le ha acompañado a lo largo de su vida, y que es el legado entregado a sus tres hijos, Raúl y Juan Bautista, ambos arquitectos y que laboran en la empresa familiar, además de Sofía, que también está lista para iniciar con su preparación profesional en la misma carrera.
—Mis padres Raúl Francisco Monforte Peniche y Miriam del Socorro González Brito, ambos maestros, me dieron amor y educación. Tuve una infancia muy feliz en Espita, aunque cuando tenía cinco años de edad, emigramos a Mérida para que mis hermanas y yo pudieramos estudiar más allá de la primaria, pero en vacaciones de julio y agosto y en diciembre cuando se celebra la fiesta de San José y El Niño Dios, regresábamos —recordó el actualmente presidente del Consejo Directivo de la Asociación Mexicana de Energía Renovable y Medio Ambiente.
—Entonces, aun siendo un niño, aprovechaba para ayudar en la tortillería “La Espiteña” a mis abuelos, Raúl Arnaldo Monforte Denis y Lila Peniche Peniche de Monforte. Acomodaba las tortillas, las pesaba y las cobraba, más tarde, después de sacar las cuentas y entregarle el dinero a mi abuelita, agarraba mi cajón de madera con mis ceras, trapos, cepillo y todo lo necesario, y salía a la calle a ofrecer por las casas mis servicios de boleado de zapatos, y no es que fuera por necesidad, sino por fomentar en mi la cultura del trabajo y de que es muy digno ejercer cualquier oficio pero siempre haciéndolo bien —destacó.

Más adelante, el entrevistado también ayudó en el Rancho familiar, llamado Santa Cecilia, donde marcaba ganado, vacunaba, llevaba en tarjetas de cartón que conservábamos en un cajón de madera, a mano, los registros de nacimientos, peso, control de vacunas del ganado, y cuando su padre tuvo la gasolinera “Servicio Ranchero”, en Sucilá, despachaba gasolina, limpiaba parabrisas, revisaba la presión de las llantas, para ganarse unas propinas. Entonces tenía 12 años. —En una ocasión, durante la Feria de Reyes de Tizimín, que significaba un alud de clientes para la gasolinera, recuerdo haber colectado $84, ¡Una fortuna! — comentó.
El tiempo pasó y las hermanas Monforte González, lograron sus metas académicas, Miriam, es investigadora del Cicy en la especialidad de biotecnología; Leonor es actualmente educadora jubilada y empresaria al igual que Alejandra, mientras que el ingeniero Raúl Asis, a sus 54 años de edad acaba de concluir su segunda maestría además de que hace más de 30 años fundó una empresa constructora, con la cual ha pasado por épocas de estabilidad y otras de enormes dificultades.
—Sin la ayuda de mis colaboradores, mi familia, y en especial de mi esposa, Eleonora Traconis Alcocer, jamás hubiera podido superar —destacó el ingeniero Monforte González, quien nos presume que su esposa aunque nació en Monterrey, también se considera en “tres cuartas partes” espiteña, ya que sus abuelos paternos y el abuelo materno son originarios de este municipio ubicado al Oriente del estado.
Como antes se mencionó, sus hijos Raúl y Juan Bautista, se han incorporado a la empresa familiar, en la que mucho se valora el ejemplo que a la fecha sigue dando el abuelo Raúl Monforte Peniche, quien por cierto fue el fundador de la Escuela Primaria Salvador Varela Resendiz del Fraccionamiento Pacabtún, y quien ya jubilado sigue trabajando es su rancho en Sucilá, donde cultiva chile habanero, tomate, papaya y coco.
—Por ello tengo que agradecer a mis padres, por su ejemplo y el amor con el que han llenado toda mi vida, enseñándome los valores que hoy rigen mi vida y la de mi familia, el trabajo honrado y el amor por lo que se hace —concluyó.
Texto: Manuel Pool
Fotos: Cortesía