Las obras tienen columnas estriadas empotradas en las pilastras, sobresaliendo una tercia parte de la circunferencia; son varias las que fueron reinstaladas lejos de su lugar de origen
Al visitar el Palacio Municipal de nuestra ciudad no deja de llamar la atención el hermoso pórtico de piedra con que cuenta el inmueble en su acceso principal, pero resulta que no es parte original del inmueble, pues se encontraba en un predio que se estaba demoliendo y que era propiedad del señor Elías Dajer Fadel, quien lo donó a la comuna en el año de 1949.
Fue en la administración del licenciado Vicente Erosa Cámara (1947-1949) cuando se dispuso el adosamiento y el traslado del pórtico que se encontraba en el número 530 de la calle 58 entre 63 y 65.
Al respecto, el presidente de Asociación Mexicana de Escuelas Particulares en Yucatán, Elías Leonardo Dajer Fadel, en su momento comentó a Peninsular Punto Medio: “Mi abuelo, que se llamaba igual que yo, fue un hombre visionario, cuando llegó a Mérida compró una casona en la calle 58 donde puso una tienda llamada “El Mayoreo de Mérida”, tiempo después el edificio se demolió para dar paso a la segunda calle nueva y sus locales.
Por cierto que el escudo de Mérida esculpido en piedra, que el ayuntamiento meridano conserva en el interior del Palacio Municipal de esta ciudad, empotrado en la pared frontal de la gran escalinata central que conduce a la planta alta del edificio, procede de la vieja Ciudadela de San Benito, en cuya muralla oriental estuvo incrustado durante buena parte del siglo XVII, el XVIII y gran parte del XIX.
Así lo señala el cronista Juan Francisco Peón Ancona en un documento que la dirección de Cultura del Ayuntamiento aloja en su página web, donde se detalla que en 1869, el obispo Carrillo y Ancona lo rescató de los restos de dicho castillo, tras una de sus primeras demoliciones, y lo llevó a su museo particular, convertido después en Museo Arqueológico de Mérida, donde permaneció muchos años, y que en la reciente década de los años setentas, fue instalado en la fachada del Portal de Granos, luciendo allí por algún tiempo, antes de ser trasladado al definitivo lugar que hoy ocupa.
Otro pórtico de piedra que es muy relevante por contar con uno de los Escudos de la Ciudad más antiguos, es el que explica el historiador Manuel J. Zavala Gómez, estuvo en las puertas del llamado “matadero viejo” o rastro, que funcionó en la calle 66 por 67 hasta el año de 1885.
Entonces el predio fue adquirido por el Ferrocarril Mérida-Calkiní, convirtiéndolo en bodega de su contigua estación durante cerca de 17 años, que una vez absorbida dicha empresa por los Ferrocarriles Unidos de Yucatán lo clausuró cerrando con un muro la entrada, condición que mantuvo hasta 1941, cuando fue demolido.
Desmontada piedra a piedra, el pórtico fue llevado en 1942 al Parque del Centenario en cuyo costado Sur (calle 65 Poniente) fue armado nuevamente y puede ser hoy admirado en toda su plenitud.
Zavala Gómez detalla que el pórtico data del año de 1720. Es un monumento blasonado que aún se conserva del período colonial. En su parte superior remata un espléndido escudo nobiliario de la ciudad de Mérida, finamente cincelado en blanca piedra caliza, adornado con una especie de lambrequines que lo enmarcan graciosamente.
Otro de estos pórticos de piedra, en este caso del siglo XVIII, se encontraba en una casa ubicada en la calle 65 entre 58 y 60, la cual es fue propiedad del comerciante Juan Miguel Castro y durante el siglo XX se le recuerda por haber albergado el café “La Balsa”. A principios de los setenta la casa fue demolida y el pórtico rescatado y trasladado a su ubicación actual en el atrio de la Iglesia de Santa Lucía.
Uno más, un pórtico blasonado, engalana la entrada al Jardín Botánico de La Ermita de Santa Isabel, el cual tuvo su ubicación original en la residencia conocida popularmente como “Casa de la Condesa”, en la calle 62 x 59.
Como ocurrió con muchas casonas coloniales de Mérida, ésta fue demolida en 1949; el pórtico fue adquirido por el Ayuntamiento, presidido por Martínez de Arredondo y, en 1965, fue reubicado en su sitio actual, en la entrada del jardín de la Ermita de Santa Isabel, según cita R. Irigoyen R.
Texto: Manuel Pool
Fotos: Cortesía