Llegan a Progreso al huir de un conflicto como la independencia de Cuba y dejan huella entre la sociedad de la entidad
En las últimas décadas del siglo XIX llegaron a Progreso huyendo de un conflicto bélico, la independencia cubana, dejaron huella en la sociedad con sus aportaciones en materia de educación, medicina, las artes y hasta en el deporte. Hablamos de la familia Urzaiz.
Fue a fines de junio de 1890, cuando arribó a las playas de Yucatán la corbeta española “Ciudad de Cadiz”, procedente de Cuba, a bordo don Fernando Urzaiz Arritola, su esposa Gertrudis Rodriguez Ramírez y sus hijos, entre ellos Eduardo, de entonces 14 años de edad, y entre cuyas pertenencias venían además de sus juguetes, un bate y una pelota de béisbol, deporte que ya se practicaba en Cuba.
Al poco tiempo de la llegada de Eduardo y sus hermanos, comenzó a practicarse esta disciplina en el Barrio de Santiago, donde el jom se instaló frente a la puerta principal de la Iglesia. Se dice que el primer equipo de béisbol formado en la ciudad se llamó “Club Mérida”.
Resultó que Eduardo, quien nació en Guanabacoa, Cuba, tenía algo especial en cuanto a la facilidad para aprender, siendo que se dice que a los tres años ya leía de corrido. La cuestión es que el Dr. Urzaiz, además de maestro, fue conocido por sus trabajos como psiquiatra; fue en 1907, el primer director del Asilo Ayala, y escritor; precursor de la cesárea en México y fundador de la actual Universidad Autónoma de Yucatán (Uady), de la cual fue rector en dos ocasiones, además es el autor de la primera novela de ciencia ficción mexicana: Eugenia.
Eduardo se casó en junio de 1922 con la joven Rosa Jiménez Barceló, con quien procreó 14 hijos: María, Fernando, Eduardo, Luis, José, Gertrudis, María de las Mercedes, Franco, Rosa María, Matías, Carlos, Margarita, Josefina y Nicolás.
Entre ellos, se destacó Carlos, por seguir una trayectoria profesional muy similar a la de su padre, ya que también fue médico cirujano, maestro, conferencista y escritor. Fue director de la Facultad de Medicina, y entre sus logros se encuentra el ser recipiendario de la Medalla Yucatán, en 1980; así como la de Eligio Angona, en 1990, la cual se otorga a hombres y mujeres que destacan en los ámbitos de la ciencia, cultura y las artes.
Otra familia que ejemplifica esa interfecundidad cubano-yucateca, previa al auge migratorio ocurrido durante la gesta independentista de Cuba (1868-1898), fue la de Ramón Gasque, un músico de Cuba que arribó a Mérida con toda su descendencia hacia 1852, contratado como organista y maestro de coro en la Catedral.
Sus hijos, artistas como él, consagraron sus vidas a la música y la pintura dejando huellas definitivas en varios momentos culturales de la vida yucateca.
Regresando al ámbito médico vale la pena recordar la importancia de Cuba para el prominente médico yucateco, José Matilde Sansores, quien se especializó en La Habana, y quien al regresar a Yucatán aplicó por primera vez la anestesia inhalatoria con éter sulfúrico, lo que representó un indiscutible avance médico para el siglo XIX.
Texto y fotos: Manuel Pool