Roberto Dorantes
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“LA LEY DEL SEÑOR ES PERFECTA Y ES DESCANSO DEL ALMA”, así nos dice el Salmo 18. En esta frase encontramos un principio de espiritualidad cristiana, de la cual me gustaría hablar el día de hoy.
La espiritualidad es un tema al parecer olvidado por los medios, por eso considero relevante tratar estos temas e ir aclarando conceptos y principios.
El hombre posee un estado natural, compuesto misterioso de alma y cuerpo, de materia y espíritu que se juntan íntimamente para formar una sola persona y una sola naturaleza.
“San Gregorio Magno distingue tres vidas, la vegetativa, la animal y la intelectual: ‘Homo habet vivere cum plantis, sentire cum animantibus, intelligere cum angelis’. Como la planta, el hombre se nutre, crece y se reproduce; como el animal, conoce los objetos sensibles y se dirige a ellos por el apetito sensitivo, con sus emociones y pasiones, y se mueve con movimiento espontáneo; como el ángel, pero en grado inferior y de diferente manera, conoce intelectualmente el ser suprasensible, lo verdadero, y su voluntad se dirige libremente hacia el bien racional”. (Tanquerey)
Las tres vidas como les llama San Gregorio no se contradicen, sino que se compenetran en el hombre. En las etapas de la vida podemos ver que éstas se desarrollan, sin tratarse de tres seres distintos, sino de una sola persona que va desarrollando sus facultades y sentimientos.
La vida del hombre es una lucha o combate espiritual. Las facultades inferiores, vegetativas y sensitivas, deberán estar sometidas a la razón y a la voluntad, cuando no se logra la consecuencia es la muerte. Por ejemplo, en una persona alcohólica podemos ver que la razón es vencida por el placer de tomar y las consecuencias son graves hasta causar la muerte, por eso la necesidad de que la razón indique la moderación de los apetitos y pasiones.
Las facultades inferiores se inclinan con fuerza hacia el placer, mientras que las superiores tienden hacia el bien honesto. Lo que nos agrada, lo que es o nos parece ser útil, no es siempre bueno moralmente; será menester que la razón, para imponer el orden, reprima las tendencias contrarias: ésta es la lucha del espíritu contra la carne, de la voluntad contra la pasión. Muy dura es esta lucha.