Mérida, 2023

Por: Alejandro Fitzmaurice

 

¿Están tocando la puerta? No sé cómo pude dormirme encima del teclado de la computadora. Lo dejé húmedo de sudor. Amodorrado, todavía atontado por la siesta, nuevamente me siento y tomo un trapo para secarlo. Quisiera echarme un baño. Todo se siente pegajoso. Otra vez, golpes en la puerta y caigo en la cuenta de que afuera hay alguien.

— ¿Quién es? —  grito desde el cuarto.

— Parece que hay un camión del Ayuntamiento a dos cuadras repartiendo agua… voy a adelantarme para hacer la cola y me llevas más cubetas.

Es mi vecino Julio. Abro la puerta. Tiene dos cubetas azules agarradas y una 22 en el cinto del pantalón.

— ¿Y en la tienda? ¿Nada? — le pregunto.

— Nada. Seguro el pinche viejo ese soltó el rumor para que la gente fuera a comprarle algo. Es muy canijo.

— ¿Para qué llevas eso? — le digo, señalando con la vista la pistola — . Aquí nos conocemos todos.

— Yo ya no me fío, Alejandro… Te confirmo por el celular. Estate pendiente.

Cierro la puerta y una esfera cae del árbol de Navidad. Será de plástico, pero es lo único verde en metros a la redonda. Coloco la esfera y regreso a la silla.

Entro a Twitter: por segundo día, “Guardianes”, el documental de Ernesto Artega y Enrique Aguilar, que supuestamente era falso, sigue siendo trending topic a nivel nacional. Resultaron cineastas, pero sobre todo profetas.

Regreso al blackboard a seguir calificando. La verdad, aunque todos los días resuelva dudas por internet, es que extraño no ver a mis alumnos… ¿Cuánto tiempo ya pasó desde que la Universidad cerró temporalmente? Me choca dar clases sólo así, hablando del surrealismo y el reportaje por Whatsapp. Quiero verlos, aunque sea para regañarlos por no hacerme caso. Lo más triste es que a lo mejor compartimos la nostalgia…

Un auto se estaciona frente a la cochera. Son Lizi y los niños, que están dormidos en la parte de atrás.

— ¿Cómo les fue?

— Bien, gordito. Tus papás me dieron un garrafón, aunque la mitad es para tu hermana. Me pidieron que se lo lleváramos, pero ya casi no tengo gasolina.

—A mí me queda un poco… pérame, te ayudo a bajarlos.

Recuesto a Luis Lorenzo en la cama. Calor insoportable. Lo dejo nomás con la trusita puesta y enciendo los dos ventiladores. Lizi llega con Malú al cuarto.

— ¿No se ha ido la luz por acá? En casa de tus papás se estuvo yendo…

—  Ni lo digas… ahorita regreso. Voy con Julio a hacer cola. Dizque están repartiendo agua a dos cuadras.

— La cubeta roja está rota. Llévate la de metal… ¿terminaste de calificar?

— Sólo me faltan dos exámenes…¿compraste los regalos?

—Sí, pero no me dio para la Barbie sirena. Fui a la planta de agua a pagar el anticipo del garrafón de la próxima semana y se me fue casi todo.

— Ni modo. Le decimos que hasta Santa anda un poquito corto por la seca. Vuelvo al rato.

Antes de salir, reviso el celular para confirmar la mala noticia que ya sospechaba: el camión sí estuvo, aunque el agua se acabó rápido. “Dicen que mañana regresan sin falta”, escribe el muy optimista Julio. Seguro es mentira. Dijeron lo mismo hace dos semanas.

Otra vez tengo sueño, la boca seca, el cuerpo pegajoso. Algo bueno saqué de vivir en este infierno de 50 grados: dejé de fumar, pero miento si digo que no muero por sentarme en la terraza con un vaso de coca light, harto hielo y una cajetilla de Marlboro rojos. ¡Qué tiempos, carajo! ¿Cómo fuimos a parar a esto?

Me voy al patio a hacerme ilusiones, a pasar el coraje, a otear el cielo por nubes de lluvia, pero la cosa sigue igual. A lo lejos, sigue saliendo humo blanco. Incendios en diciembre. ¿A dónde se fueron los nortes, los frentes fríos que prometían un poco de frío en Navidad?

Da pena ver el césped escaso, amarillo, muerto. Una ráfaga de viento levanta la tierra seca. Solía venir aquí a oler las hojas de mis únicas dos matas: un árbol de limón y uno de naranjas. Hasta nos dábamos el lujo de dejarlas en el suelo a que se pudrieran.

Ahora, sólo queda el cactus que Lizi sembró en la esquina, lo único que verdea en este nuevo cementerio que se formó justo atrás de mi cuarto.

El cactus… ya no sé si es presagio. Ya no sé si es futuro.

Viene la noche.

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