Mario Barghomz
mbarghomz2012@hotmail.com
Cuando llegué a Mérida hace ya más de 40 años, la ciudad era otra, no había edificios (salvo los coloniales de la época de su fundación y las casonas dentro de la periferia de la ciudad), ni centros comerciales, ni las docenas y docenas de hoteles, hostales y otros servicios de estancia turística que hoy vemos por todas partes.
Había dos pizzerías; “El gato pardo” y … “Faustos” (si no mal recuerdo). El hotel Fiesta Americana aún era un socavón, y el Hyatt una zona también inhóspita y baldía. No se había construido tampoco el Museo Cultural Olimpo de Mérida en el centro de la ciudad, que generó tanta polémica por su asimetría con el resto de los edificios en su entorno; la Casa de Montejo, el edificio del Ayuntamiento, el del Palacio de Gobierno, y enfrente, la Catedral de Mérida.
Ese espacio era entonces el estacionamiento o patio trasero del edificio del Ayuntamiento, que le servía también a veces de escenario de representaciones teatrales. Recuerdo haber visto ahí “La puta respetuosa” de Jean Paul Sartre que, por decencia del lenguaje, supongo (o prejuicio moral); la presentaron como “La prostituta respetuosa”. Cosas de aquellos tiempos que ya no tienen los de ahora.
Recién llegado, como maestro de teatro, arte y literatura del Instituto nacional de Bellas Artes (Inba-Conaculta); comencé a involucrarme con artistas, escritores, fotógrafos, bailarines, actores, músicos y pintores que hacían entonces que en la ciudad se vislumbraran tiempos de cambio y movimiento. No había nada, como alguien alguna vez me dijo, pero comenzamos a hacerlo todo; surgieron eventos, agrupaciones, cursos, talleres…
Y con el tiempo se crearon galerías de arte, una compañía estatal de teatro (que ya no está), una escuela de danza contemporánea (que ya no está), una orquesta sinfónica (ausente y quizá perdida) y un Centro Yucateco de Escritores, de los que también poco o nada se sabe ya. Todo ello no sin un cúmulo de inconvenientes posibles a través del también naciente Instituto de Cultura de Yucatán (ICY), por supuesto, también, hoy anulado y perdido, que tenía su cede en las instalaciones frente al zoológico de Mérida, a un costado del Psiquiátrico. Su primer director hizo que aquel espacio realmente fuera digno de todas las actividades que ahí se realizaban: danza clásica, contemporánea, clases de pintura y de música, exposiciones, talleres de teatro y literatura… Recuerdo que era un espacio para caminarlo entre árboles y jardines, para leer y disponer la tarde en alguna actividad artística infantil, para adolescentes o adultos que sobre todo acudían a los talleres literarios, de música, teatro o pintura. Yo era el encargado del periódico de divulgación interna del Instituto (“El Promotor”). El espacio -como digo- era un enorme y bello jardín, digno de la cultura que ahí se generaba.
Con en tiempo se desarrolló un plan editorial a cargo del gobierno del Estado. Se seleccionaba la obra de maestros ya reconocidos localmente y de jóvenes poetas y narradores que para el consejo editorial dispuesto; merecían ser publicados. Se editaban mil libros de cada obra seleccionada, o mil quinientos si el caso lo ameritaba. Se crearon premios y concursos y se les dio nombre a eventos anuales de danza, pintura, música y teatro, sobre todo. ¡Qué tiempos!
En los años ochenta, de los que estoy hablando, Mérida contaba apenas con 400 mil habitantes. Hoy suma 500 mil habitantes más (casi 900 mil). Y todo comenzaba a hacerse entonces. Yo fui parte de todo un movimiento cultural (del que hablo), hoy secuestrado por la política. La cultura (como yo la conozco y la estudio) dejó de ser desde que el pleito político se auto esgrime como depositario de una comunidad donde el arte y la cultura ahora sólo son parte de una administración política y pública; la tarea esencial de un movimiento que nunca creció, se desarrolló ni se mantuvo con el tiempo.
La evidencia está en los teatros vacíos, la ausencia de públicos, de grupos activos, de encuentros intelectuales y literarios. Lo último que yo llevé a cabo fue el “Primer Congreso Estatal de Filosofía”, por supuesto, auspiciado por el gobierno en turno. Después… ¡nada!
(Primero de dos artículos. continuará).