Meridanos extrañan la feria de Santiago, cuyos gremios alegraban los alrededores de la iglesia

Hasta principios de la década de los ochenta, desde el 26 de julio comenzaban a instalarse distintas atracciones en el mencionado barrio

Esta es la época del año más esperada para los meridanos, ya que se realizan  las fiestas del Santo Cristo de la Transfiguración y de Santiago Apóstol en el barrio del mismo nombre, así es que la entrada de los gremios, el estruendo de los voladores y de las hiladas se mezcla con el sonar de las campanas y la música de la banda con trompetas, saxofones y tambores acompañando las procesiones.

Uno de estos gremios,  “La Esperanza Católica Obrera” de la Parroquia de Santiago Apóstol, cumplió 110 años de devoción; en esta ocasión, la sagrada imagen será devuelta a su altar (la subida del Santo) el día 8 de agosto, cuando ya se esté festejando a la Virgen de la Asunción en el barrio bravo de San Sebastián.

En la actualidad solo se mantienen la feria, los bailes y otras actividades en San Sebastián, donde en medio de la algarabía y emoción se queman los tradicionales toritos de pirotecnia.

Pero hasta principios de la década de los ochentas en Santiago aún no se realizaba la remodelación del parque y en los alrededores, desde días previos al 26 de julio, comenzaban a instalarse los juegos mecánicos, de las empresas Ordóñez y Cáceres, así lo menciona el señor Felipe Andrés Escalante Ceballos en un artículo publicado el 16 de junio de 2016 en la página Diario del Sureste.

Además de los carruseles y la rueda de la fortuna, se instalaban el látigo, las sillas voladoras, el pulpo y el martillo, pero también en ocasiones, sobre la calle 59 se colocaba una carpa de los títeres Urenda.

Era tradicional que en estas fiestas se colocara el puesto de los Churros Chas, que también vendía Hot Cakes a los que se le podía poner mermeladas de fresa o piña además de miel. Entonces le llamaban Tortas Americanas, y según indica en una entrevista el señor Rubén Cáceres Martin, el primero que las hizo era Polito, a quien acompañaba una señora pelirroja.

Este señor, que es hijo del dueño de las atracciones Cáceres, también recuerda en entrevista concedida a Yucatán Ancestral, cómo a espaldas de la Iglesia se colocaba una carpa que ofrecía tandas en las que actuaba el señor Urcelay, y cómo el ambiente era inundado por el aroma del dulce de nance.

Muy recordados son también los juegos de tiro al blanco, los de canicas y otro más en el que a manera de tómbola, el ganador de los premios se decidía con ayuda de un curí.

Al respecto, Escalante Ceballos detalla que este era de los lugares preferidos de la concurrencia y que el principal atractivo era el pregonero Fausán (Fausto Santos) quien, con micrófono en mano, invitaba al público a acercarse.

Entre los mirones algunos adquirían un boleto para la tómbola. Se trataba de una rifa pública en la que el resultado lo decidía un conejillo de indias o cobaya, al que localmente se le conoce como curí. El animalillo era encerrado en una jaulita totalmente cubierta, instalada en el centro del ruedo que, tras dársele numerosas vueltas, era izada por medio de una cuerda. Al quedar libre, el conejillo se refugiaba en alguna de las pequeñas puertas de las cajas de madera que formaban el redondel, sobre las cuales se colocaban los premios entre los que se contaban alcancías de barro en forma de barrilitos de habanero arceo, toritos y cochinitos, y una que otra rana, además de floreros de vidrio y diversos enseres domésticos como platos, tazas y vasos.

La feria llegó a su fin en el trienio 1982–1985 del Ayuntamiento de Mérida, encabezado por el alcalde Guido Espadas Cantón. Éste ordenó modificar la estructura de la plazoleta santiaguera para formar cajones de estacionamiento de vehículos automotores. La medida del primer edil meridano favoreció al supermercado que en ese tiempo se instaló en el local donde estuvo el cine Rialto.

Impedidos por la orden municipal de ocupar el parque, los juegos mecánicos fueron trasladados a un terreno denominado corralón Las Águilas, situado al final de la calle 59, detrás de la Penitenciaría Juárez. El lugar está bastante alejado de la Plaza de Santiago.

Como era de esperarse, lejos de su sitio tradicional y sin la presencia de los gremios, que se quedaron en el templo, la fiesta languideció por un par de años, hasta extinguirse por completo.

Texto y fotos: Manuel Pool / Cortesía