Mary Carmen Rosado Mota
@mary_rosmot
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Hoy no es un día cualquiera, es la fecha en la que sentimos a nuestro México aún más nuestro, donde sentirnos parte de este país nos llena de orgullo y, para algunas personas, el representarlo en eventos internacionales implica una responsabilidad difícil de explicar. Es la disciplina en su máxima expresión, el coraje de no rendirte aún en la adversidad, es llevar al límite tu cuerpo y tu mente. Y en la historia de nuestro deporte hemos tenidos a maravillosas exponentes nacionales que se atrevieron a soñar en grande al momento de representar a México.
Soraya Jimenez Mendivil, fue una deportista mexicana nacida en 1977, quien probó diferentes deportes antes de encontrar su verdadero amor: la halterofilia. Incluso hoy existe el estigma referente a los deportes que son más “idoneos” para las mujeres, la mayoría de ellos de arte competitivo. Ya se imaginarán todo a lo que tuvo que enfrentarse una chica de 14 años en la década de los 90 que se dedicaba a levantar pesas.
A pesar de las retos que se presentaron, esta joven de 23 años llegó a los Juegos Olímpicos de Sindey, sin reflectores, sin espectativas por parte de su federación, pero dispuesta a dejar su huella en la historia del deporte nacional.
Fue en septiembre del año 2000 cuando Soraya Jimenez acumuló 222.5 kg en la final de halterofilia para colgarse la décima medalla de oro que México conseguía en su historia olímpica, pero esta vez era diferente y muy especial, pues se trataba de la primera mujer mexicana que lo conseguía y lo hizo en un deporte que no encajaba con los estándares del momento. Esa noche en Australia, quizá sin saberlo, cambiaría el rumbo del deporte olímpico en nuestro país.
Como toda leyenda, la vida de Soraya también estuvo llena de claroscuros, pues nunca logró volver al nivel de esos años, con múltiples operaciones en la rodilla por el desgaste que representaba su deporte, un escándalo de dopaje e incluso los graves problemas de salud que acarrió después de contraer la influenza AH1N1 en el 2009. Y no es que estos detalles no sean importantes, es simplemente que hoy prefiero enfocarme en el mito que construyó esta poderosa mujer.
Soraya Jimenez murió el 28 de marzo del 2013 a los 35 años, sin reflectores como en su momento de mayor gloria, sin embargo, es nuestra responsabilidad no olvidar a esa grandiosa deportista, a la mujer que saltó de alegria y apuntó al cielo cuando consiguió el levantamiento que le otorgaba la medalla de oro, a la halterista que siempre le daba su propio toque de glamour a las competencias portando sus grandes aretes dorados, a quien hizo retumbar nuestro himno nacional.
No olvidemos el legado de Soraya y de otras grandes mujeres que han roto moldes y tabúes en nuestro deporte, que constantemente dejan la puerta abierta para que otras niñas y jóvenes se animen a cumplir sus sueños. Reconozcamos a todas, a la mujeres, a la deportistas, a las mexicanas que siempre están al grito de guerra dejando en alto a nuestro país.




