El gobierno de López Obrador se compromete a aumentar a 30 por ciento su objetivo de reducción de gases de efecto invernadero para 2030
El gobierno mexicano prometió este martes incrementar a 30 por ciento su objetivo de reducción de gases de efecto invernadero para 2030 y a 40% su meta condicionada durante su participación virtual en la actual Cumbre del Clima COP27 en Egipto.
La secretaria de Medio Ambiente de México, María Luisa Albores, destacó el incremento de las metas, que antes eran de un 22 por ciento para la reducción incondicionada de emisiones de gases y de 36% para la condicionada.
La funcionaria ratificó también el objetivo de disminuir las emisiones de carbono negro en un 51 por ciento de forma no condicionada y en 70% de manera condicionada, según un comunicado de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat).
Albores expuso que la Semarnat tiene “identificadas más de 40 medidas en todos los sectores económicos a través de soluciones basadas en la naturaleza, en el transporte bajo en carbono y en la regulación y fomento industrial”.
En conjunto, esto permitirá una reducción total anual estimada para 2030 de 88.9 millones de toneladas de bióxido de carbono equivalente (MtCO2e), precisó la dependencia.
La secretaria dio un mensaje virtual en la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de la ONU frente al Cambio Climático (COP27) ante la ausencia del presidente, Andrés Manuel López Obrador, quien no gusta de asistir a este tipo de foros multilaterales.
La funcionaria sostuvo que Sembrando Vida, un programa social emblemático de López Obrador, el incremento de Áreas Naturales Protegidas (ANP) y la Estrategia Nacional de Carbono Azul representan una reducción de 27 millones de toneladas de bióxido de carbono.
Aseveró que con esta Administración totalizarán 190 ANP, lo que contribuiría con una mitigación de 8 millones de toneladas de bióxido de carbono.
También destacó el Pacto de Glasgow por la Electromovilidad, que pretende que el 50 por ciento de vehículos ligeros nuevos vendidos en 2030 sean de cero emisiones, lo que, sumado al trabajo remoto y al fomento transporte ferroviario, disminuirá las emisiones en 31.4 millones de toneladas.
Por otro lado, calculó un decremento anual de 3.5 millones de toneladas de emisiones para 2030 con una “Estrategia nacional de economía circular”, así como una mitigación de 27 millones con regulación industrial.
La titular de la Semarnat informó también que promoverá el debate de adaptación climática, que requiere financiamiento y cooperación internacional.
México fue responsable del 1% de las emisiones globales de dióxido de carbono y el Gobierno asegura que es “uno de los países que menos emisiones de gases de efecto invernadero genera en el mundo” al ocupar el lugar 66 de 105 en emisiones per cápita.
Pero el gobierno de López Obrador ha afrontado críticas de ambientalistas por su apuesta a incrementar la producción de combustibles fósiles de Petróleos Mexicanos (Pemex) y megaproyectos como el Tren Maya.
Abren los ojos
Dos días después del arranque de la cumbre del clima COP27 en la ciudad egipcia de Sharm el Sheij, sus asistentes parecen estar viviendo en un microcosmos distópico que refleja todo lo malo del cambio climático: un mundo superpoblado, caro, sin agua ni alimento para todos, sujeto a temperaturas extremas y bajo una omnipresente barrera de seguridad.
Ni la buena voluntad ni las sonrisas y buenas maneras del personal egipcio de la organización puede opacar la realidad de que son impotentes a la hora de resolver problemas o siquiera indicar la dirección correcta a los centenares de personas que deambulan en busca de su destino en un recinto amplísimo, desestructurado, plagado de zonas prohibidas y donde los carteles y mapas siembran la confusión, en lugar de disiparla.
La destrucción del clima está trayendo como consecuencia el incremento de la inseguridad alimentaria en todo el planeta, la disrrupción de las cadenas y un alza de los precios que expulsa del sistema a quienes no pueden o no tienen cómo pagar.
En el Centro de Convenciones Internacionales donde se desarrolla la COP27, una ciudadela aislada en mitad del desierto rodeada por autovías nuevas de cinco carriles por donde no circulan apenas vehículos, la situación es similar.
Dos mundos
Con cerca de cien jefes de Estado y Gobierno presentes en la reunión, ha servido como pretexto para establecer en el recinto un efectivo sistema de “appartheid” entre dos zonas diferenciadas: la de los poderosos, recluida, aislada y a la que la masa de los participantes no puede acceder y sólo, ocasionalmente, ver por circuito cerrado de televisón.
También se los puede escuchar, yendo y viniendo con sus rugientes aviones que pasan justo por encima del centro de prensa, en plena ruta de aproximación y despegue del aeropuerto de la ciudad.
Los caminos que llevan al recinto, kilómetros de autovía y desierto, están jalonados por hombres de traje gris y ademán severo. Los cruces, cubiertos en cada esquina por autos y policias uniformados. Tras los arcos de seguridad y los escánares de equipaje, hay decenas de funcionarios velando por la seguridad de todos, pero sobre todo vigilando que uno lleve la acreditación adecuada en el lugar adecuado.
Lo que sí afecta a todos por igual está siendo las oscilaciones climáticas. En la COP27, que se desarrolla en un desierto, hay que portar inapropiadas chaquetas, chales y rebequitas para afrontar los rigores del gélido aire acondicionado.
En el recinto, como en todo Egipto, algunas páginas web no son accesibles por decisión gubernamental, lo que ha supuesto también una sorpresa para algunos de los periodistas asistentes, pero no para las decenas de ONG que denuncian desde hace años las prácticas poco amables con las libertades del anfitrión.
Texto y foto: EFE / Agencias