Everardo Flores Gómez
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Cuando celebramos el Día del Maestro normalmente hacemos referencia a las maestras y maestros que nos dieron clases en la escuela y pocas veces reconocemos a los familiares, amigos, conocidos o incluso desconocidos que nos enseñaron cosas importantes en la vida. En esta entrega quiero recordar y hacer un homenaje a la persona que me enseñó a moverme en bicicleta por las calles, en otras palabras, a ser ciclista urbano.
Recuerdo haber aprendido a andar en bicicleta sin ayuda especial de alguien, daba yo vueltas por el patio de mi casa esquivando sábanas y ropa en el tendedero una y otra vez en una bicicleta tipo inglesa rodada veinte que había en la casa, puedo recordar con emoción el momento en el que por fin pude mantener el equilibrio sin necesidad de bajar los pies, estaba yo en primero o segundo de primaria.
Una vez que aprendí a mantener el equilibrio, salía al parque que estaba a una calle de mi casa y daba ahí muchas vueltas en aquella bici, pero nunca más allá del parque. En cuarto año de primaria los Reyes Magos me trajeron mi primera bici propia, una vagabundo color azul marino metálico, hermosa. Nunca la voy a olvidar pues le hice honor al nombre de la bici: me convertí en un vagabundo en bicicleta. Toda la colonia estaba a mi alcance, iba a todos lados en mi vagabundo, mi abuelita me encargaba cosas y yo era feliz haciendo los mandados, mi familia criaba gallinas y conejos en un terreno en una colonia aledaña a la mía, pues mi máxima hazaña entonces era ir a comprar manojos de alfalfa y unas bolsas de alimento en el mercado de aquella colonia y llevarlos al terreno, no eran más de dos kilómetros de distancia pero ya había un tráfico de autos y camiones considerable y además traía yo carga. Para aquel momento -el de mis primeras hazañas- tenía yo sin entenderlo en aquel momento, una influencia muy importante, fundamental, de mi abuelo a quien considero mi padre, pues él y mi abuela me criaron. Mis primeros viajes en bicicleta fueron a bordo de la suya, le adaptó una caja de metal en la parte trasera de la bici en la que nos llevaba a mi prima y a mí a hacer sus trámites al banco, éramos tan pequeños que apenas lo recuerdo. Mi abuelo se movía en bici para ir a su trabajo a más de 25 kilómetros de distancia, trabajaba en aquel entonces como velador de una escuela técnica y se iba en la tarde-noche, se quedaba en la escuela y al otro día en la mañana regresaba. Un día lo atropellaron cuando iba a casa de una de sus hermanas a componer alguna cosa, se rompió varias costillas, estuvo hospitalizado, fueron momentos de angustia para toda la familia, pero se repuso y siguió pedaleando. Era un gran ciclista urbano, de hueso colorado. Yo lo veía con una admiración muy especial, era muy trabajador, excelente padre y un gran lector, siempre quise ser como él. Hoy sé que soy bicicletero por mi abuelo, mi padre, y cuando ando en bici me acuerdo mucho de él. Siendo adolescente solía acompañarlo a todas partes en bicicleta, me decía: vamos a tal lugar y yo lo seguía en mi vagabundo que tuve hasta tercero de secundaria. La verdad me causaba preocupación rodar junto a él, ya era un adulto mayor y era muy intrépido pero al mismo tiempo muy hábil manejando su bicicleta, una tipo inglesa rodada veintiocho, no recuerdo que la hubiera mandado nunca al taller, él mismo le reparaba cualquier desperfecto, siempre la tenía limpia y en excelentes condiciones mecánicas, a veces yo la tomaba sin su permiso y siempre se daba cuenta, como si la tuviera afinada como un violín, tenía su espejo retrovisor, su luz con dinamo y su parrilla en la que cargaba de todo y con más de setenta años la seguía usando para ir a todas partes, hasta que un día murió atropellado, pero irónicamente no iba en bicicleta sino caminando. Sé que también mi activismo en el tema de las muertes por siniestros viales me nace por él, lo hago en su memoria, en su honor. Nadie debe morir por salir a la calle caminando, en bici o en cualquier modo de transporte. Feliz día a todas las maestras y maestros que nos formaron en las aulas y a todas aquellas personas que también, fuera de las aulas fueron nuestras maestras y maestros de la vida.