Nadar y leer

Mario Barghomz

mbarghomz2012@hotmail.com

Así como nosotros vivimos hoy bajo el rigor e influjo de las nuevas tecnologías; los teléfonos celulares y las Smart tv., las iPads, las PC y todo lo que conlleva a depender de una aplicación o una plataforma tanto en el aspecto laboral como en todo aquello que llevamos a cabo de manera digital como pagos, cobros, compras, transferencias bancarias, o como una manera cada vez más activa de entretenerse y distraerse mirando aplicaciones o videos, o simplemente usando el WhatsApp para comunicarse. En otros tiempos la humanidad vivía de otra manera. Y quizá muchas veces no mejor ni peor, sino diferente.

Y aunque cada diferencia haya estribado dentro de un mismo contexto, lo que a veces llegó a determinar a una generación entera o a todo un período dentro de la historia humana; que pensemos si el pasado fue mejor o peor, tiene que ver con nuestra propia circunstancia geográfica, social, personal, cultural o política.

Para los griegos antiguos, por ejemplo (no los de una época clásica más avanzada), la prioridad de la población era nadar y leer. Nadar porque la mayor parte de los pueblos griegos eran islas que se comunicaban por mar, no por tierra. La mayoría de las invasiones a las que se enfrentaban para defender sus territorios, eran por agua. Así que el agua se convirtió para ellos en un factor determinante. Había que dominarla.

En sus guerras la mayoría de sus enemigos y ellos mismos, morían ahogados. Así que aprender a nadar y que todo padre fuera lo primero que enseñara a sus hijos, se convirtió en una premisa. Saber nadar salvaba a la población de morir ahogada, pero además les permitió ganar muchas batallas.

La lectura complementaba su habilidad física. Sin duda fue el binomio perfecto para los griegos de aquella época. La lectura les permitió entender su historia, de dónde venían. Enterarse de cómo se habían formado como pueblo o como raza, de cuál y cómo era la relación con sus dioses.

La génesis del pueblo griego obedece a su singular relación entre las diversas comunidades isleñas que, a pesar de constituirse luego como nación, nunca perdieron su identidad propia. Hablamos de Esparta, Atenas, Corinto, Eleusis, Eolia, Mileto… Quizá fue también eso lo que determinó una identidad y riqueza cultural sin precedentes que luego se convirtió en la cuna de la Civilización Occidental.

La misma idea religiosa griega y su relación con los dioses, también definió el antropomorfismo cristiano de la Edad Media y el Renacimiento. Argumento teológico que no posee el canon mosaico-judío, ajeno a una deidad parecida al hombre.

Saber leer (como ahora nosotros) les dio posibilidad a los griegos antiguos de acercarse y entenderse no sólo con sus dioses, sino con sus héroes como Aquiles o Ulises, como Prometeo, con sus propias luchas por la libertad y la permanencia.

La lectura les permitió también conocer a sus antiguos reyes, el proceso social que les llevó de la tiranía al descubrimiento de la democracia, el saber qué hacían y qué los determinaba; el amor, la amistad, la lealtad y la guerra. Tal como se describen en la Ilíada de Homero.

Como digo; leer y nadar parece haber sido el binomio perfecto de una cultura milenaria que hoy funge como la raíz de todo: el arte, la cultura, la religión, el deporte, la política y la filosofía. ¿Cuál es el nuestro? Nuestro binomio que nos permita crear y definirnos como personas y como nación; que nos permita desarrollar la propiedad intrínseca de nuestra propia condición natural. Que nos de la posibilidad de saber exactamente quienes somos y por qué somos así, asumiendo cada legado, adquirido o vernáculo. Pero también entendiendo el sincretismo tan diverso y tan plural de la propia evolución humana.

Quizá sea una tarea que esta nueva generación todavía deba descubrir.