Ni damas ni caballeros

Mario Barghomz

mbarghomz2012@hotmail.com

Cada vez es más frecuente observar que en el actual mundo donde nos movemos, se percibe una ausencia de caballeros y damas. De aquello que antes, todavía hasta las postrimerías del siglo XIX del milenio pasado (final también de la Época Victoriana), se consideraba una virtud dentro del valor socio-cultural de una persona.

Sin duda fue durante la Época Victoriana (1837-1901) donde se perfiló y se reforzó esta idea que comenzó durante la Edad Media para distinguir a la nobleza del vil pueblo, a las cortesanas con estatus y a los caballeros salidos de toda buena historia de caballería.

Con el tiempo ser caballero o dama se fue ligando a la educación y a la cultura que se iba adquiriendo con el crecimiento y desarrollo social de la persona. La presencia de unos y otros se resumía en el recato, la distinción, el porte y la decencia. La palabra dama hacía referencia a la distinción, la dignidad y el comportamiento femenino. Los caballeros se distinguían por sus dones, sus destrezas y su cortesía. De tal manera que unos y otros fueron parte de aquello que los impulsaba socialmente al respeto, la cortesía y la distinción.

Pero fueron sin duda las libertades femeninas y los derechos de igualdad surgidos a principios del siglo XX, lo que paulatinamente ha ido eliminando la sumisión y dependencia femenina, pero al mismo tiempo el respeto y la condescendencia masculina.

Hablamos de la paulatina extinción de una relación que fuera de la cordialidad y el decoro, ya no se distingue ni parece necesaria, porque unos y otros son cada vez más iguales y mutuamente más libres. Ceder el lugar, abrir una puerta, conceder el paso, ofrecer una silla, eran acciones que antes se veían en la conducta de todo caballero hacia una dama; cosas que ya no se distinguen o poco se miran, aunque en el imaginario colectivo se deseen o se comenten.

Igualdad, como digo, libertad y respeto mutuos han eliminado esa vieja identidad antes observada como un valor necesario, pero hoy casi obsoleto. “Damas y caballeros” hoy parece solo la expresión formal o sustancial en el formato de un programa de circo o la entrada de un show de entretenimiento presencial o por televisión.

Y así como tales sustantivos eran antes títulos, hoy solo parecen formar parte de una nostalgia de otros tiempos, otra manera y otra forma del comportamiento humano que para darle sentido a la misma identidad de unos y otros; hoy se repelen.

La misma apariencia femenina, el ser dueña natural y absoluta de su cuerpo y decidir sobre su manera de vestir, ser, pensar y actuar (pararse, sentarse, hablar…), naturalmente obliga a que el hombre admita y conceda tales derechos sin señalar, omitir o juzgar a su conveniencia o demanda lo que antes estaba bajo su control. A la vez, esta emancipación obliga a que la mujer, antes bajo la tutela, el escrutinio y la manipulación masculina; admita hoy también la ausencia de caballeros a su disposición.