¿No a los pluris?

CARLOS HORNELAS
carlos.hornelas@gmail.com

Ha trascendido la intención del diputado Gustavo Callejas, de Morena, por eliminar los 200 diputados plurinominales en la Cámara Baja, así como aumentar de 3 a 4% el porcentaje mínimo para que un partido político conserve su registro.

Como se sabe, gracias a la reforma electoral de 1978 motivada por el descarado control de las Cámaras, que en ese momento tenía cooptadas el PRI, se incluyeron estos diputados plurinominales, para poder tomar en cuenta las iniciativas y la voz de las minorías en el Congreso.

De los 500 escaños existentes para diputados, 300 se deciden por el principio de mayoría relativa, es decir, quienes alcanzan el mayor número de votos. Para poder ganar, tienen que ser conocidos y por ello se dedican a la campaña en toda suerte de eventos y reuniones a fin de conseguir posicionarse en la mente del electorado.

Los 200 restantes dependen del resultado de las anteriores y se determinan a través de un sistema de listas. El país es dividido en 5 circunscripciones (plurinominales) a las que corresponden 40 lugares, a fin de alcanzar el acumulado de 200. Estos candidatos no dependen de hacer campaña pues son remolcados por el resultado de las votaciones anteriores.

El fin de tener este sistema es el principio democrático simple que reza que “el ganador no puede llevarse todo”. La existencia de los 200 plurinominales es que haya una oposición al partido ganador y garantice los balances y equilibrios para la rotación de élites. De esta manera, se obliga a que exista un debate a través de la diferencia de posiciones, así como de escuchar y conocer otras voces, otras razones, otras formas de interpretar la realidad y se enriquezca la discusión en la llamada máxima tribuna del país.

Por otra parte, también es conveniente señalar que mucho se ha criticado al sistema de listas pues, en primer lugar, se limita a la existencia de partidos consolidados, dejando de lado la postulación de candidatos ciudadanos independientes.

Asimismo, la lista es elaborada por cada partido, de tal suerte que desde la militancia de las fuerzas políticas se decide el orden de prelación de los candidatos y a la hora de repartir los escaños aquellos que se encuentran al fondo de dicha lista simplemente no son considerados.

Llama la atención que la fuerza política que se quejó en el pasado del llamado “carro completo” ahora quiera eliminar esta consolidada forma de conformar la oposición e intente deshacerse de ella, en lugar de presentar alternativas para hacer más interesante el intercambio político que, en última instancia debe servir a los ciudadanos, independientemente de los resultados de la votación, pues se convierten en servidores públicos, no representantes o personeros de sus respectivas militancias.

Desde este espacio nos atrevemos a proponer que se continúe con el sistema de plurinominales, a condición que, en una boleta aparte, se nos permita a los electores decidir quienes ocupan esos lugares y no sea una prerrogativa de los partidos políticos. Recordemos que los diputados representan al pueblo, no a las fuerzas políticas.

Dado que todo el sistema depende del principio de mayoría de votos, será necesario hacer una mayor divulgación de nuestra obligación, como ciudadanos, tal como se consagra en la Constitución, emitir el voto en todos los comicios.

Mucha gente, desilusionada del sistema se abstiene de ir a las urnas. Está convencida que la política es la suciedad más grande que existe y no tiene intención de salpicarse con ella. No obstante, todo parece indicar que el juego de los políticos es convencernos de no votar para que el pastel se pueda dividir en menos manos. Si ellos no dejan de votar por si mismos, ganarán sus posiciones, aunque la gente no vote por ellos. Su negocio no es convencernos de votar sino de que no lo hagamos: de esa forma obtienen sus victorias.

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