Carlos Hornelas
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En noviembre de 2024 hay elecciones en EU, los cargos que se votarán son: en primer lugar, 435 escaños de la Cámara de representantes (lo que en nuestro país equivaldría a los diputados), en segundo lugar, la tercera parte del senado y, por último, al titular del poder ejecutivo, es decir, al presidente.
En julio del 2024, México elegirá tanto a sus diputados y senadores, como a su presidente. Es decir, estamos en épocas electorales. Las campañas no han iniciado su curso legal ni hay contendientes registrados para la elección, no obstante, la política alínea sus estrategias y operaciones hacia ese horizonte.
En ambos países la administración en turno trata de controlar las narrativas mediáticas para poder convencer al electorado de ser la mejor opción y conservar el poder ganado en las urnas en la última ocasión.
En las semanas recientes, el juicio de Genaro García Luna ha articulado “sin querer queriendo” las narrativas de ambos gobiernos, de modo tal que parece que se complementan
Una situación muy preocupante en EU es el incremento exponencial del fentanilo en los últimos dos años, una sustancia que se dice que es 100 veces más potente que la morfina y 50 veces más que la heroína, y que causa adicción desde la primera toma.
En nuestro vecino del norte la sustancia provoca la muerte diaria de 200 personas y se ha convertido en un problema de salud pública bastante grave.
Por supuesto, evadiendo la responsabilidad propia, Estados Unidos señala a México como el principal responsable del trasiego de drogas hacia su territorio, así como a la alta corrupción en la administración pública, que han hecho posible los nuevos circuitos de distribución del estupefaciente que alcanza niveles epidémicos al haberse puesto de moda entre los consumidores americanos.
En este sentido cabe la “lavada de cara” que realizan con el juicio de García Luna, que conviene a ambas administraciones: no solamente los estadunidenses quedan bien ante su electorado, desde el otro lado del río Bravo, al presidente López Obrador la culpabilidad del otrora llamado súper policía le cae “como anillo al dedo”, pues en su narrativa lo liga al régimen anterior y a lo que le gusta identificar como la “mafia del poder”.
Cuando se trata de ver las relaciones causales del fenómeno del narcotráfico, el gobierno de Estados Unidos señala al de México, y el gobierno mexicano señala al pasado: todos felices y contentos.
Solo los tiempos electorales pueden explicar por qué finalmente algo como lo de García Luna es posible a estas alturas del partido. Ni el gobierno mexicano había emprendido una acción tan decidida en contra de este personaje, ni el americano había fincado las acusaciones en su contra a pesar de las labores de inteligencia de agencias gubernamentales, quienes ya contaban con diversas pistas e información que le involucraba en estos hechos delictuosos desde sabe Dios cuándo.
Hasta el 2024 tanto demócratas como republicanos tendrán, en la poca cooperación mexicana y en las políticas de su gobierno, la piñata que necesitan para impulsar el voto de sus correligionarios. El efecto colateral puede ser una xenofobia tremenda y un daño en las relaciones bilaterales que ya de por sí se sienten tensas.
Mientras, para AMLO, le dan la coartada que necesita para relacionar, aunque sea en su discurso, a todos sus oponentes con este personaje y sus chapucerías, le dan razones para la restricción de libertades y le brinda legitimidad para seguir militarizando al país. Los gobiernos ganan, los ciudadanos seguimos perdiendo.