Nuestro poder, nuestro planeta

Salvador Castell-González 

Este 22 de abril conmemoramos el 55º Día Mundial de la Tierra bajo el lema “Nuestro poder, Nuestro planeta”. Es una invitación a reflexionar sobre nuestra relación con el entorno, pero también a examinar críticamente dónde estamos fallando. Si bien celebramos el potencial transformador de las energías alternativas, debemos ser honestos sobre los obstáculos que frenan un cambio verdaderamente significativo y la perversión económica que ha resultado de la transición energética.

El avance de las energías renovables como la solar y la eólica, es innegable y crucial. Sus costos han disminuido drásticamente y representan nuestra mejor herramienta rentable contra la crisis climática, con metas globales como la de triplicar su capacidad para 2030. Sin embargo, este impulso choca con una alarmante falta de trabajo coordinado a nivel global. La transición energética no avanza al ritmo necesario porque, más allá de instalar paneles solares, fallamos en la tarea paralela y esencial de eficientizar el consumo y, sobre todo, disminuir nuestro consumo energético como personas y como países. La solución no es solo generar limpio, sino consumir menos.

Mientras tanto, emerge un gigante silencioso en el consumo energético: el ecosistema digital. Nuestra vida hiperconectada desde el streaming de vídeo y las redes sociales hasta el almacenamiento en la nube y las criptomonedas tiene una huella de carbono considerable. Se estima que la tecnología digital es responsable de entre el 4 y 9 por ciento de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, una cifra comparable a la industria de la aviación y que sigue creciendo. Este apetito energético digital se suma al impacto ya devastador del sobreconsumo generalizado. Vivimos en un modelo que impulsa la producción y el descarte constante, agotando recursos a un ritmo que supera la capacidad de regeneración del planeta como nos recuerda cada año el adelantado Día del Sobregiro de la Tierra.

¿Dónde reside entonces “Nuestro poder”? Reside, primero, en la honestidad radical de reconocer nuestro propio impacto. Antes de exigir cambios externos, debemos entender nuestra huella personal: cuánta energía consumimos, qué compramos, cuánto desechamos, cómo usamos la tecnología. Herramientas como las calculadoras de huella de carbono pueden ser un primer paso revelador. Solo al comprender y asumir nuestra contribución individual al problema, podemos empezar a transitar hacia la neutralidad en nuestras acciones reduciendo, reutilizando, rechazando conscientemente. Y quizás, más adelante, podamos incluso pensar en la compensación, en devolverle al planeta más de lo que tomamos. El cambio colectivo empieza con la suma de conciencias individuales despiertas y actuando. Nuestro poder es empezar por nosotros mismos.

Este día es un llamado a la autorreflexión y autocrítica, y vamos a impulsar juntos la transición energética pero justa y sostenible, no solo números alegres. Hagamos que las cosas sucedan, pero bien.