Mario Barghomz
mbarghomz2012@hotmail.com
Sobre el asunto de la vejez hoy se sigue hablando con muchos clichés o tabús, como si a todos nos pasara lo mismo. Y éste, para empezar, sería uno de los grandes clichés o tabús contemporáneos acerca del envejecimiento humano. Sobre todo, ahora que sabemos más sobre el cerebro y de cómo funciona y se relaciona la mente con el cuerpo. Además de entender cómo se regeneran, crecen o se relacionan las neuronas de nuestro cerebro.
¡Cada cabeza es un mundo!, así mismo también cada cuerpo. Lo que le pasa a una persona, aquí o en la China, no necesariamente les pasa también a los otros, sino todo lo contrario. Las 86 mil millones de neuronas que tiene cada cerebro humano, funcionarán en el tránsito del desarrollo humano de cada persona, de acuerdo a como haya vivido, dónde esté, qué haya heredado, qué le haya pasado, qué coma, cómo se relacione y hasta qué música o no le guste. De tal manera, que si su vida en el pasado no fue buena, será difícil que su presente (aquí y ahora) sí lo sea, a menos que en el transcurso de su vida se hayan hecho los cambios necesarios para que así suceda.
Lo que nos iguala como humanos es nuestra naturaleza, esa que nos hace distintos al resto de los animales. Pero a veces somos muy diferentes a la hora de pensar, sentir y hacer las cosas. Por ello que el asunto de la vejez ocurra distinto también en cada cuerpo y cada mente. Hay mentes y cuerpos que se atrofian muy rápido con relación a otros que permanecen sanos y se mantienen funcionales dependiendo de la serie de circunstancias y desarrollo propios que hayan tenido. Algunos hoy han querido llamarles “súper ancianos”.
De lo que sí podemos estar seguros es que no toda persona mayor y simplemente por serlo; deberá estar enferma o propensa a perder la memoria o la cognición, sino que puede tener una vida plena, sana y activa si ha vivido atenta y programada para ello.
Pero si con el tiempo muchos dejaron de atender tanto su salud mental como orgánica simplemente dejando pasar el tiempo; tanto su cuerpo como su mente se verán deteriorados con la edad. Y si esto le ocurre a toda una población más allá de la media (es decir, 50 más 1) entonces la conclusión (el cliché o tabú) será que la vejez atrofia tanto a la mente como al cuerpo.
Y si así es entonces tampoco de nada valdrá decir con la tonta ingenuidad conque suele decirse “viejos los cerros y reverdecen” porque hasta hoy no se ha visto que le crezcan árboles o pasto a ningún cuerpo o cerebro (pero por supuesto entiendo que sólo es un dicho, aunque bastante pusilánime).
Lo viejo es viejo y punto, pero no por viejo inservible, sino todo lo contrario. Lo viejo a veces se aprecia más que lo joven o nuevo, porque es en lo viejo donde podemos ver una época o un estilo, algo ya definido y pleno y no en ciernes como en el caso de lo muy joven aún sin una historia, definición o trayecto.
El asunto de la “demencia senil” como se le ha etiquetado desde la Neurología, tiene que ver naturalmente con todo aquello que antes no se hizo o no se hace; usar más la mente (la cabeza) en cada acción o cada proyecto de vida por simple o complicado que sea. “Perder la cabeza” o “no tener cabeza para hacer las cosas” son apenas dos metáforas de cómo luego, con la edad, se perderá la cabeza realmente. Y es a esto a lo que hoy se le llama “demencia senil”.
A nuestro cuerpo también le queda claro, como a cualquiera de sus miembros por separado, que si no se usan se atrofian. Demasiada televisión, comodidad, abulia, aburrimiento, sedentarismo o flojera serán la peor de las conductas para que con los años el cuerpo se vuelva torpe e inútil. Y si a esto se le agrega una mala alimentación completamente ajena al bienestar y la salud; tanto la mente como el cuerpo serán candidatos idóneos para una vejez temprana, enfermedades crónicas y degenerativas, más, seguramente, una muerte también temprana e inminente.
Hoy, hay que entender todo esto y aprender a ser mayores, es decir: ¡a saber vivir plenamente!