Por Eduardo Ancona
Mucho se ha hablado en este espacio de la estrategia de comunicación que de manera deliberada y muy inteligente —para sus objetivos— está ejecutando el gobierno federal. Desde el primer día de la actual administración federal la lista de temas en la agenda ha sido infinita. Desde las guarderías, la guardia nacional, las vacunas, el referendum y las medicinas hasta el el Conacyt, el Coneval, los temas polémicos y difíciles son posicionados todos al mismo tiempo por el Ejecutivo Federal ante el público.
Además, el paso entre un tema y otro es vertiginoso. En unos cuantos días la agenda noticiosa cambia, dejando muchos cabos sueltos y varias preguntas sin responder. Dejando ese tema, que hace dos días parecía iba a poner a México al borde del abismo, en las sombras.
Para esto un instrumento básico es la conferencia de prensa de las mañanas. Todos los días en Palacio Nacional se bombardea al país y a la prensa con múltiples temas e interrogantes. Cada medio pone el ojo donde ve la nota, en ocasiones algunos coinciden y en otras no, sin embargo el flujo de información es tan intenso y rápido que es imposible profundizar a cabalidad en cada uno de los temas. Este es el centro de la estrategia: tirarle tantas bolas como sea posible al único contrapeso real que existe —el periodismo— para que no pueda batear ninguna.
El periodismo mexicano vive su mejor momento en años. Los grandes escándalos de corrupción del sexenio anterior seguirían en las tinieblas si no fuese por las sólidas investigaciones periodísticas que sacaron a la luz las desviaciones de recursos, estafas maestras y casas blancas que parecen estar por todas partes. Sin embargo, quienes investigan y cuestionan tienen recursos limitados (económicos, humanos, de tiempo y capacidad) para hacer frente a todas las aristas de todos los temas que merecen su atención.
La peor parte, sin embargo, es que cuando la prensa logra sacar la cabeza de agua, respirar, y lanzar un golpe con su arpón a la ballena, el tsunami que esta provoca empieza a cubrir de agua y olas el intento. Un buen ejemplo son las escandalosas revelaciones que hizo Carlos Loret de Mola sobre las propiedades de Manuel Bartlet. Decenas de inmuebles no declarados que en otros tiempos habrían causado un escándalo no han recibido ni la mitad de la atención que merecen y parece empezar a perderse, como tantos más, en el océano de información en el que desafortunadamente estamos sumergidos.