A más de 33 años de su desaparición, en la mente y vocabulario de muchos yucatecos de antaño está presente el Pan Trevi, una panificadora que perteneció al empresario Jacobo Xacur, y que elaboraba además del pan de caja, pastelitos, como el “Reyecito”, que era similar al que con la palabra “recuérdame”, promocionaba un gansito en los comerciales de hace muchos años en televisión nacional, mientras que los “Principitos” se caracterizaban por tener un relleno “chocolatoso”, inolvidable para los niños de aquel entonces.
La línea abarcaba también a los “Keykitos” o pastelitos en inglés, que eran parecidos a los “Pingüinos”, mientras que los cuates, eran la competencia de los “Submarinos”, que en la década de los setentas y ochentas solo se podían adquirir en una tienda ubicada por el rumbo de Santiago, en la calle 59 por 74, que era famosa por contar con todo el surtido de la famosa Panificadora Bimbo, que a final de cuentas terminó por adquirir a Pan Trevi el 12 de diciembre de 1986, el año del Mundial.
Como ha ocurrido con algunas marcas, cuyo nombre se vuelve genérico para pedir productos similares, como cuando los yucatecos le llamamos “fab” a cualquier detergente, o saborín” para nombrar a los bolis, inclusive ya sin marca, lo mismo sucedió con el Pan Trevi, y hasta la fecha los yucatecos de antaño, cuando falta en la casa el francés para acompañar la cena, le dicen a la esposa: compra un Pan Trevi, haciendo referencia al pan de molde como el Bimbo, como si el tiempo no hubiera pasado.
Esta fue una de las empresas más grandes de Yucatán, y alcanzó gran relevancia porque sus productos llegaban a toda la Península y también a los estados de Chiapas y Tabasco, como se presentaba en los comerciales que en aquel entonces pasaban en el canal 3 de televisión local, en los que aparecía frente a la catedral de Villahermosa, un enorme camión Dina tipo “torton”, rotulado con la marca Trevi en letras rojas.
En las redes sociales dedicadas a hurgar en los gratos recuerdos de antaño, es posible encontrar imágenes de una publicación de fin de año, en la que a todo color aparece parte de aquel ejército de 300 personas que agradecía a su clientela su preferencia al consumir sus productos elaborados con las máximas normas de higiene, teniendo como fondo escenográfico las instalaciones de la planta que se ubicaba en la calle 37 por 50, junto a la Harinera, que aún sigue laborando.
“Gracias por impulsarnos para seguir creando fuentes de trabajo que le permitan a más familias obtener un ingreso firme fortaleciendo con ello la economía regional”, se indicaba en aquella publicidad que concluía con la frase: “Y que el pan nuestro de cada día, nunca falte en sus hogares”. Lástima que esto no fue así.
Texto: Manuel Pool Moguel
Fotos: Cortesía