Perdedores

Armando Escalante

Periodista y analista político

El debate por la alcaldía de Mérida adelantó un poco el resultado electoral del dos de junio, al quedar en evidencia que quienes saben que no van a ganar, pueden cómodamente dedicarse sólo a descalificar la ciudad en la que sus familias han vivido y disfrutado 30 años de buenos gobiernos.

Estos perdedores tienen poco que aportar porque confían en que ninguna de sus ocurrencias —ellos les llaman propuestas— tendrían que ponerse a prueba, porque de ser así, se vería que son un fracaso para la ciudad.

Se entiende que por alguna extraña razón, quizá incluso impublicable, adopten posturas que contradicen su propia formación personal, incluso olviden sus orígenes hasta hace unos años apegados a un sentido y ahora virando hacia otro. Se entiende que el dinero como la Fe, mueve montañas y que repentinamente de haber ido a tocar la puerta de un partido, ahora estén en otro, del que por cierto hablaban mal.

La política tiene esas muy particulares asquerosidades que salen a relucir hasta en las mejores familias igual que en las que nunca lo fueron. 

Nada tenían que hacer frente a la candidata puntera, quien ella sí, con los pies en la tierra, conoce cuánta leña lleva el dulce y sobretodo, entiende la diferencia entre lo posible y lo deseable.

La auto descalificación que se hicieron como meridanos los que van a perder, los dibuja de cuerpo entero: su aventura electoral se reduce a ignorar el funcionamiento de la administración pública. Su imaginación fantasiosa los delata como desconocedores y desinformados, y no sólo como futuros derrotados.

Escupir para arriba es lo que hizo el especialista en saltos y en clavarse… en el agua turbia de sus chapulineos tan criticados y enjuiciados por los fundadores de ese partido, al que huyó por petición de la señora que perderá la presidencia, la misma que dejó caer la línea 12 del metro.

La candidata puntera como era obvio, no hizo caso a los intentos desinformados que pretendían descalificar sus propuestas, pues no tenía mucho sentido darle importancia a lo que no la tiene. No buscaban, como se dice coloquialmente, que les tiren hueso sino sobresalir ante los reflectores, sus cinco minutos de fama. Ni modo, perderán.

El xix.— Qué manera de mentir de la señora Sheinbaum cuando habló de los que haría de llegar a la Presidencia. Sin embargo, fue más escandaloso oírla hablar de lo que se supone se ha hecho en este sexenio en materia de desarrollo económico, empleo, salud, el campo, etcétera etcétera. Todos sabemos que los cinco años de López han sido un verdadero desastre y la muerte ha sido su sello distintivo. El término narco-candidata que se le impuso hace unas semanas, resurgió.

Sheinbaum supera a López Obrador en materia de cinismo. La dama de hielo confirmó que es —como se dijo de Amlo—, un peligro para México, mintió en todos los temas del debate pero mintió más en las acusaciones que hizo falseando información sobre su adversaria Xóchitl Gálvez, a quien llama corrupta con datos no verdaderos. Por eso la llamaron la candidata de las mentiras. El otro que estuvo ahí parado en el debate sólo es una triste comparsa, haciendo trabajo sucio que seguramente estará muy bien remunerado.