Pese a los avances en la protección animal, aún faltan cambios en la propia legislación y mayor acción por parte de la autoridad para castigar la crueldad hacia los animales, señalan expertos
El caso de “Blondie”, una perra adulta de la localidad de Panabá, ha sido uno de los últimos más viralizados en redes sociales sobre maltrato animal, debido a la cruel manera en la que esta mascota, una pastor ganadero australiano, fue ultimada: la hallaron en el mercado municipal con el cuello cortado, signos de tortura y un fuerte golpe en la cabeza.
Es por eso que tanto la sociedad y hasta la misma autoridad municipal han utilizado las redes sociales para pedir justicia y dar con quien o quienes resulten responsables.
Así como el caso de “Blondie”, y pese a que ahora se considera un delito el maltrato animal, tan solo en el último año, posterior a la reforma a la Ley para la Protección a la Fauna de Yucatán, la Fiscalía General del Estado (FGE) ha recibido 142 denuncias por maltrato o crueldad animal, es decir, un promedio de dos al día.
La activista y rescatista Silvia Cortés opinó que el maltrato animal en Yucatán es un reflejo de la descomposición social y que, a pesar de que se han tomado diversas acciones en la ley para erradicarlo, faltan algunos cambios y mayor acción por parte de la autoridad para castigarlo.
“Se necesita la acción inmediata de las autoridades, ya que hay una burocracia que seguir para que puedan estar presentes en este tipo de situaciones, lo que puede derivar en el fallecimiento de algunos”, declaró.
Añadió que, aunque el maltrato animal ya se persigue de oficio, es importante que las personas que atestiguan algún caso acudan a denunciarlo.
Hay que recordar que, por ahora, la ley solo protege los casos de animales domésticos, en su mayoría de perros y gatos, por lo que hay una iniciativa en la “congeladora” del Congreso del Estado, la cual fue presentada por el diputado Jesús Pérez Ballote, con la que se buscará modificar la existente, para que también se considere a otros tipos de animales como los ferales, de guía, de asistencia, de trabajo, de zooterapia y los que se encuentran en situaciones de abandono y silvestres.
“Esperamos que como asociación civil seamos considerados en la discusión a la modificación de esta ley, porque tenemos experiencia trabajando en campo en estos casos y nuestros conocimientos son importantes para que estas leyes puedan ser perfeccionadas”, concluyó.
Descomposición social
Por otro lado, el maestro en Psicoterapia, Iván González Longoria, abundó un poco sobre el tema de la descomposición social y cuáles son algunos de los rasgos que una persona que agrede a un animal de compañía puede llegar a presentar.
“La razón para que una persona cometa un acto de violencia a una mascota es multifactorial, pues puede ser desde una conducta aprendida hasta rasgos de psicopatía. Al no existir una sensación de remordimiento por el acto que se comente como en el caso del maltrato animal”, explicó el experto.
Indicó que una de las razones por las que se comete este delito es por el bajo control de impulso “al no existir un filtro en lo que se está haciendo y que no existe un reconocimiento de cómo se está actuando”.
“En este caso desde el enojo, llevándolo a reflejar en forma de ira hacia los animales de compañía al estar demandando algo. A lo mejor la persona que es agresora está pasando por un cuadro estresante y esto lo manifiesta en forma de ira agrediendo al animalito”, comentó.
Añadió que en la sociedad existe una materialización en la que a la mascota no se le ve como un ser vivo, sino como un objeto, por lo cual se manifiestan dos ciclos de violencia, una directa y la otra indirecta.
La diferencia entre ellas es que la indirecta se da cuando existe un descuido o una negligencia con el cuidado de la mascota, y la directa es cuando se ejerce ya violencia con el contacto físico, presentándose en patadas, golpes, jaloneos, entre otras acciones.
“Y es por esta razón, que al no ver a los animales como seres vivos, el agresor puede llegar a deslindarse del daño que está cometiendo”, añadió.
De igual manera, el profesional señaló que otra de las problemáticas es que en los hogares los niños pueden llegar a tomar esto como una conducta modelo, considerando la violencia como una herramienta para resolver conflictos.
“Y así es como se va propagando la idea de que la violencia es una herramienta para la resolución de conflictos, es importante que a las infancias se les haga ver que este tipo de conductas no se deben replicar”, indicó.
Recomendó que de detectar una infancia o una adolescente con este tipo de patrones, se puede iniciar a trabajar este tipo de conductas con psicoterapias con el modelo conductivo conductual. Con este esquema se busca que las personas logren reaprender el uso de estrategias para controlar la ira.
“Desde aquí podemos comenzar a crear conductas modelo más convenientes y crear estrategias para el desplazamiento de emociones que, en este caso, puede ser con expresiones artísticas, ya sea a través de la música, la pintura, el canto o donde se encuentre cualquier actividad que sirva como expresión emocional”, señaló.
Manifestó que en el caso de que se conozca a alguien que presente estos patrones, ya sea el de responder con violencia o tener alguna dificultad para sentir empatía, se recomienda mucho que se haga el diagnóstico lo antes posible, ya que estamos hablando de futuros agresores, por lo que posteriormente estas conductas se podrían ver reflejadas no solo en los animales, sino también hacia los seres humanos.
Texto y fotos: Andrea Segura