El arzobispo de Yucatán, monseñor Gustavo Rodríguez Vega, pidió orar por monseñor Luis Alfonso Tut Tun, quien fue nombrado obispo auxiliar de Antequera, Oaxaca, para que tenga la fuerza, la salud, la sabiduría y, sobre todo, la santidad que se requiere para el ejercicio del ministerio episcopal.
Explicó que para elegir a un obispo, que es un sucesor de los Apóstoles, el Nuncio Apostólico, como representante del papa Francisco en México, al enterarse de la necesidad de un obispo, conduce una investigación en total sigilo, para luego presentar al Santo Padre una terna de candidatos a ocupar ese cargo.
“Finalmente, es el Sucesor de San Pedro el que elige a alguno de los tres”, agregó.
Detalló que en la Arquidiócesis de Oaxaca hay diferentes pueblos originarios que están situados a grandes distancias de la sede episcopal. Para llegar a algunas comunidades se tiene que recorrer caminos haciendo hasta más de ocho horas para llegar esos lugares.
Apenas hace unos días se anunció que el expárroco Santa Inés en Akil, Tut Tun, perteneciente a la Arquidiócesis de Yucatán, había obtenido el nombramiento. La ceremonia de asunción está pendiente y en los próximos días se dará a conocer el párroco que lo suplirá en Akil.
De regreso a la misa, el Arzobispo aseguró que la primera lectura, tomada del Libro de Job, nos da cuenta del poder del Dios creador que domina sobre las aguas del mar. La experiencia de los marinos que naufragaban en el océano sea que muriesen, sea que sobrevivieran, traía a todos un gran respeto por el mar. El mismo temor que le tenían al mar los hacía darse cuenta de que sólo Dios con su poder podía dominar el ímpetu del océano.
Esta fue la conclusión de los profetas en Israel, porque en otros pueblos corrían historias sobre diversas fuerzas divinas en el mar.
“Job recibe la revelación de Dios que le dice: ‘Yo le puse límites al mar, cuando salía impetuoso del seno materno… yo le impuse límites con puertas y cerrojos y le dije: “Hasta aquí llegarás, no más allá. Aquí se romperá la arrogancia de tus olas’” (Jb 38, 10-11), expresó.
Agregó que el Salmo 106 también habla del poder del Señor Dios en relación al mar, por las experiencias de tormentas que llevaban a los marinos a acudir al Señor en la oración.
Indicó que el salmo: “Clamaron al Señor en tal apuro y él los libró de sus congojas. Cambió la tempestad en suave brisa y apaciguó las olas. Se alegraron al ver la mar tranquila y el Señor los llevó al puerto anhelado”. Ejemplificó que los pescadores en Yucatán, que son muchos, así como todos los marinos, seguramente han aprendido a orar en sus experiencias de dificultad.
“Son muchos los peligros que afrontan nuestros pescadores cada vez que se adentran en el mar. Muchos son los que se han perdido para siempre. Una gran cantidad de buzos han sufrido descompresión y han fallecido. Pero todos ellos se enfrentan con las reglas del mercado y muchas veces su trabajo tan intenso y cansado de varios días se traduce en muy poca o nula ganancia”, abundó.
Enfatizó que ojalá que ninguno de ellos malgaste en vicios el poco dinero que es fruto de su trabajo, y que su familia tanto necesita, esperan que las autoridades sepan proteger los intereses de los pescadores.
Detalló que en la primera lectura y el salmo nos disponen para el santo evangelio de hoy en el que Jesús demuestra su poder divino al ordenar al mar que se calme, y éste le obedece.
“Mientras los discípulos, de los cuales algunos eran diestros pescadores, luchaban por mantener la barca a flote ante la tempestad, Jesús dormía en la popa. Seguramente las jornadas para él eran extenuantes y por eso no lo despertaba el zarandeo del mar, hasta que sus discípulos lo levantaron y le preguntaron asombrados con un reclamo diciéndole: ‘Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?0. Jesús se levantó e increpó al mar diciendo: ‘¡Cállate, enmudece!’ (Mc 4, 38-39). Y de inmediato vino la calma”, expresó.
Señaló que Jesús regañó a sus discípulos por haber tenido tanto miedo y por su falta de fe, ya que ellos además de haberlo oído predicar, habían visto todos los milagros que obraba, por lo que debían tener confianza en él.
“Yo quisiera defender a sus discípulos, porque creo que sí tenían mucha fe, por eso habían dejado todo para seguir a Jesús; sí tenían mucha fe en él porque perseveraban en su seguimiento. Pero ni cómo justificarlos, porque en realidad no tenían una fe total ante el peligro de muerte y Jesús esperaba de ellos, como espera de nosotros, una fe total y absoluta. En eso tal vez nosotros también fallamos como los discípulos, mientras nuestra fe no sea en realidad total”, agregó.
Texto y foto: Darwin Ail