El arzobispo de Yucatán, monseñor Gustavo Rodríguez Vega, declaró que los obispos de México han publicado un mensaje en el que expresan la solidaridad fraterna con el pueblo de Venezuela en estos momentos de gran trascendencia para su nación, por lo que pidieron al pueblo de Dios a unirse espiritualmente, a la jornada de oración convocada por el Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), la Conferencia Episcopal Venezolana y la Conferencia Episcopal de Colombia.
Tras el conflicto postelectoral en este país, donde el presidente Nicolás Maduro ha sido declarado ganador de las elecciones por el Consejo Nacional Electoral, pero donde no ha cumplido la exigencia internacional de que muestren las actas de las casillas, ya que la oposición acusa de fraude electoral, Monseñor invitó a todos los fieles mexicanos a sumarse a esta iniciativa, recordando las palabras del papa Francisco: “La oración nos ayuda a amar a los demás, a pesar de sus errores y sus pecados”. Que Nuestra Señora de Guadalupe, Emperatriz de América, interceda por el pueblo venezolano y por toda América Latina, para que prevalezcan la paz, la justicia y la fraternidad.
Detalló que “pasando a las lecturas, ¿cómo te sentirías, si alguien te siguiera y buscara tu amistad, tratando sólo de obtener de ti un beneficio material o económico? Yo creo que con esa base es imposible que camine una verdadera amistad”.
“Continuamos con el capítulo seis del evangelio de san Juan, del cual el domingo pasado escuchamos cómo Jesús multiplicó cinco panes y dos peces dando de comer a una multitud, para luego tener que huir de la gente, que al darse cuenta del milagro pretendía llevárselo para hacerlo rey. Ahora continúa el pasaje en el momento en que Jesús se reencuentra con aquella multitud y les reprocha que lo anden buscando por haber comido hasta saciarse”, añadió.
Enfatizó que Jesús los invita a que trabajen por el alimento que les dará la vida eterna y que él mismo ofrece, con la autoridad de su Padre. La obra de Dios que ellos tienen que realizar consiste en creer en Jesús; sin embargo, la gente en lugar de creerle, lo reta a que les haga alguna otra señal, que iguale o supere la obra de Moisés quien le dio al pueblo a comer el maná en el desierto.
Dijo que “Maná” es una palabra hebrea que expresa admiración ante algo y se traduce como “¡¿Qué es esto?!”, pues se admiraban del pan que bajaba del cielo. Jesús les aclara que no fue Moisés quien les dio pan del cielo, sino su Padre es quien da el verdadero Pan bajado del cielo, un pan que da la vida al mundo. Nosotros, ¿creemos de verdad en Jesús?, ¿nos maravillamos de su pan?
Indicó que es por eso que la primera lectura de ayer se tomó del Libro del Éxodo, en donde se narra el milagro del maná, con el que Dios alimentó a Israel en el desierto. “Ojalá que nosotros sigamos asombrándonos por el pan que recibimos en la Eucaristía. Si los hebreos en el desierto se sorprendieron por aquel pan misterioso que caía del cielo, que también nosotros nos sorprendamos ante cada celebración eucarística”, aseveró.
Consideró que nosotros, en el desierto de este mundo, poseemos el Pan de la vida, para tener la fuerza de caminar, como la tuvo el profeta Elías en su camino al monte Horeb, a quien el Ángel del Señor le dijo: “Levántate y come, porque el camino es largo” (1 Re 19, 7). Si en el Salmo 77 que hoy proclamamos, oímos decir que: “Así el hombre comió pan de los Ángeles”, refiriéndonos al maná, ¡cómo no llamaremos “Pan de los Ángeles” al pan eucarístico que Jesús nos dejó como alimento en la Última Cena y que hoy podemos comer!
Recalcó que, al mismo tiempo, no olvidemos a nuestros hermanos que tienen hambre del pan material y busquemos la manera de hacérselo llegar, quien participa del pan eucarístico está llamado a promover y vivir la caridad y la justicia.
Reiteró que cuando la gente le pide a Jesús que les dé a comer de ese pan que da la vida eterna, él se presenta a sí mismo como el “Pan de la vida”, asegurando que quien vaya a él no tendrá hambre y quien crea en él no tendrá sed.
“Esta autopresentación de Jesús no es falta de humildad, sino un servicio a la verdad, que a nadie hace daño ni ofensa al escuchar, sino que se ofrece a sí mismo en favor de quien lo coma. La humildad no es negación ni ocultamiento de nuestras cualidades, pero sí es evitar la presunción de las mismas, pues como cristianos más bien hemos de poner nuestras cualidades al servicio de todos”, precisó.
Texto y foto: Darwin Ail