Al tabaco lo extrajeron de su ambiente ceremonial para convertirlo en un elemento que procuraba simplemente placer, tras la llegada de los europeos
Ahora que tanta controversia se ha desatado por la prohibición de exhibir las cajetillas de cigarros y de fumar en diversos lugares, lo que, afirman, va en contra del derecho de las personas a decidir, por lo que se preparan amparos, hacemos un viaje al pasado para recordar que la actividad tabacalera fue muy importante en la industria del Yucatán del siglo XIX.
Al respecto, el antropólogo Sergio Grosjean Abimerhi explica que la palabra cigarro proviene del maya “sik’ar”, que significa fumar, y que, a la llegada de los europeos a nuestras tierras, al igual que el cacao, al tabaco lo extrajeron de su ambiente ceremonial para convertirlo en un elemento que procuraba simplemente placer, olvidando su virtud medicinal y ritual.
En este sentido, nos recuerda que a Hernández de Toledo se le atribuye el haber transportado el tabaco de la península de Yucatán a España; posteriormente a Francia y Portugal por Jean Nicot, en ese entonces embajador de Francia en Lisboa. Es por ello que se plantea que el término de nicotina se acuñó en honor de este hombre francés.
Es importante señalar que, durante la colonia, el tabaco era una actividad reservada al rey quien contrataba el cultivo, a quienes se los contrataba se llamaban “contratistas” y los plantíos eran conocidos como las “vegas del rey”, pero también hubo “vegueros” clandestinos que crecieron mucho. Los ranchos de las “Vegas” llegaron a tener tanta población que tuvieron que convertirse en pueblos.
Pero no fue hasta concluir la independencia de México que el cultivo del tabaco quedó libre, sujeto únicamente a un impuesto establecido por cada mecate de siembra. Uno de los primeros visionarios fue Manuel Pérez Correa, quien trasladó su residencia de los Chenes a Tizimín, llevando consigo semillas mejoradas del tabaco y a distintos “vegueros” que colaboraron con él para difundir el cultivo de tabaco por todo Tizimín. En 1885 se registraron la cantidad de 2 mil 394 mecates de tabaco, los cuales fueron producidos en su mayoría en Progreso, Ticul, Tekax, Tizimín y Peto.
En la página Mérida de Yucatán, del cronista de la ciudad, Gonzalo Navarrete, se explica que los cigarros que se consumían eran de “joloches”, esto es: hojas de maíz con las que enrollaban el tabaco, y junto con los puros se enviaban en su mayoría a Nueva Orleans, pero también a Tabasco, Veracruz y Tampico. En el año de 1860-1861 se exportaron 364 mil 500 puros y 26 barriles de cigarros.
Posteriormente en la producción de cigarros de papel se utilizaban marcas españolas como “Tres Gracias”, “Parrilla”, “Orazuz” y “Berro”, y para las cajas se importaban etiquetas del extranjero.
Una de las primeras fábricas de cigarros que se instaló en Mérida fue la de Rogerio G. Cantón y Cámara, denominada “La Adelita”, situada en la calle 59 No. 501 x 60, en la esquina conocida como del “Perro”, y donde hoy se ubica una sucursal de conocida marca de hamburguesas, mientras que para el año de 1878 ya existía en nuestra ciudad algunas fábricas como: “La Flora”, “La Aurora”, “La Bella Meridana”, “La Conchita”, “El Comercio” entre otras.
Entre las marcas de cigarros que se fabricaron en la ciudad de Mérida, de las más antiguas están “La Carmencita” y “La Especial”, pero luego que cerraron, surgieron “La Nacional”, fundada en 1884, y “La Paz” en 1909, siendo que esta última poseía unas marcas muy yucatecas llamadas “U-xul” y Chacmool”.
La fábrica y depositario de cigarros “La Paz” pertenecía a Agustín Vales Castillo, estaba ubicada en el número 472 de la calle Ancha del Bazar donde a la fecha se conserva ya sin maquinaria, un reloj que conserva la leyenda “La Paz” y sus números romanos. Finalmente, “La Paz” fue absorbida por Cigarros la Tabacalera Mexicana, ya que representaba una dura competencia y le impedía entrar al mercado yucateco.
Con respecto a “La Nacional”, fue creada en el rincón de la casa de un obrero llamado Gregorio Grajales, quien se posesionó tan ágilmente del mercado que muchos quisieron imitarlo sin importar la calidad, tal y como lo hizo “La Unión Nacional”, creada en un departamento de los portales de granos que comenzó a falsificar la etiqueta de la “Nacional” hasta que finalmente no dio “la talla” y desapareció.
El mercado se quedó solo para don Gregorio, quien lo aprovechó tan bien el escenario que la fama de su compañía subió como espuma, y fue tanta la demanda que en 1902 tuvo que importar maquinaria de Francia para lograr más producción.
“La Nacional” obtuvo tanto prestigio a nivel internacional que logró obtener varios premios, entre ellos la mención de honor en el concurso de París de 1889; la de plata en la Panamericana de Búfalo en 1901; St. Louis Missouri en 1904; y en Yucatán y Texas la de oro en 1910. El Sr. Grajales llegó a ser uno de los hombres más ricos de Mérida.
Texto: Manuel Pool
Fotos: Cortesía