Armando Escalante
Periodista y analista político
La expansión del crimen organizado en el territorio nacional no tiene comparación no solo en el pasado mexicano sino que ni siquiera con el resto del mundo. Es decir el crecimiento de las bandas criminales por todo México no se compara con los casos más graves de otras naciones como por ejemplo Colombia donde los cárteles de las drogas sentaron sus reales sin que las autoridades pudieran hacerles frente.
Ningún país ha visto florecer en tan poco tiempo, tantos grupos criminales que actúan tan libremente a sus anchas, como México, al tiempo que todos los días riegan de sangre los estados, con casi un centenar de muertos cada día, sin que nada ni nadie lo impida.
Más allá del control que ejercen los grupos delincuenciales en la comercialización y venta de toda clase de productos como pollo, huevo, tomate, aguacate, puerco, etcétera, como reguladores del precio del mercado previo pago de las extorsiones que le hacen a los proveedores, el riesgo final ya llegó: según analistas expertos los criminales ahora se eligen como autoridades, controlan la obra pública y desvían recursos del presupuesto federal, asignado vía participaciones, sin que alguien tome medidas.
El control de territorios genera pueblos fantasma, comunidades abandonadas por miles de pobladores que huyen de sus hogares porque si se quedan morirán a manos de estos seres humanos como les llama el presidente.
Las bandas delictivas que pueden actuar sin ningún problema en toda la nación porque el presidente López Obrador ha ordenado que no se les persiga, literalmente mantienen el control de territorios y producen terror que están acabando con el tejido social de toda la República.
Las autoridades de uniforme verde, de blanco, de camuflaje, kaki, azul o del color que sea, no pueden accionar sus armas para defender al pueblo porque entre otras razones, no hay dinero para pagar balas ni pertrechos, porque todos los recursos van a parar al cash que manejan los altos mandos.
Mientras los criminales se pasean con armas de grueso calibre, poderosas camionetas blindadas y hasta uniformes de campaña en muchas ciudades mexicanas —según videos que circulan en las redes—, los soldados que juraron bandera barren hojas y recogen basura de un parque de alguna ciudad 100% tranquila, talan árboles para un tren que nadie pidió y esperan a que seque el cemento de su futuro y enorme cuartel allá en Cordemex, en medio de total silencio cómplice de las autoridades locales.
Dicen en el argot policiaco que cuando te mandan a una plaza como Mérida equivale que te tomes unas vacaciones. Se les va a olvidar a que huele la pólvora.
El xix.- Entre las mil cosas que a nadie le importan en especial a las autoridades, sería bueno que nos digan vía transparencia, cuánto dinero arrojan a las arcas públicas los cobros que se hacen en el parque militar construido donde antes estuvo el patio de maniobras de los ferrocarriles. Por ejemplo que nos digan los señores de quepí y casco antibalas, por qué no se dan recibos por esos cobros. Sería bueno saber con estos tipos de verde y beige así como con otras autoridades, por qué razón se cobra por el uso de los baños y por qué no se entrega comprobante alguno. Hasta los de los mercados están legalmente instalados.
¿En qué ley de ingresos dice que pueden hacer esos cobros? O ¿acaso nos van a salir que por ser militares son oscuros, opacos, no actúan con transparencia ni se someten al imperio de la ley?