¿Por qué nos movemos?

Mario Barghomz
mbarghomz2012@hotmail.com

Es extraordinario pensar que no hay vida sin movimiento. Hasta cuando nos quedamos quietos nos movemos. ¡Aún dormidos nos movemos!

“Todo fluye” –decía Heráclito. Y ciertamente; nada con vida puede quedarse quieto. Me gusta citar una anécdota artística; -alguna vez el director teatral ruso Constantín Stanislavski, pidió a un actor que hiciera cierto tipo de papel en el que durante toda la representación se quedara quieto. El actor protestó y le dijo al director que si todos se movían en el escenario por qué él no. Tú también te mueves, le dijo el director, pero orgánicamente; y ese: ¡que te muevas sin moverte! Es uno de los papeles más difíciles en actuación.

Eso, lo del actor; me hace pensar también en la quietud de los monjes tibetanos cuando meditan o hacen sus oraciones. No se mueven. ¡Pero se mueven! A mí en lo particular me gusta quedarme quieto (como la mantis religiosa), cerrar los ojos y respirar solamente. Pero sé que me muevo orgánicamente como decía Stanislavski.

Es extraordinario ver (aunque muy cansado, por supuesto, pero muy dopamínico y satisfactorio) como un niño a partir del primero y los tres años nunca se queda quieto, va y viene después de haber aprendido a andar, como mi nieto, sube o baja, entra y sale, se para o se sienta, juega al mismo juego una y otra vez, lo repite… Se repite.

Nuestro corazón se mueve (de 60 a 100 latidos por minuto), nuestra mente a través de miles de sinapsis por día, todo nuestro sistema endocrino. La vida es un constante movimiento. Hasta cuando hay tanta quietud y apenas se percibe el rumor del viento, el Universo se mueve. La Tierra, el Sol y nuestro sistema solar se mueven. La Tierra gira alrededor del Sol a 30 km. por segundo. El Sol lo hace por la Vía Láctea a una velocidad de 250 km. por segundo. La misma Vía Láctea lo hace a través del Universo a una velocidad de 500 km. por segundo. Todo el Cosmos, hoy lo sabemos, es un eterno movimiento. Y este movimiento –dijo Albert Einstein, hace que el Universo se expanda.

Todo nuestro desarrollo humano es movimiento. Aristóteles lo llama “estar en potencia”. Estar siempre en devenir –dice Martín Heidegger.

Somos un movimiento perpetuo hasta el día de nuestra muerte. Y aunque la muerte parece ser el fin de todo como dicen los existencialistas (de todo movimiento que nos permita la vida), no lo es para la filosofía platónica para quien la vida se origina de la muerte en un movimiento perpetuo. Sin la muerte no habría vida. “Los vivos vienen de los muertos” –dice Sócrates. Se llama “transmigración de las almas” o “metempsicosis” en donde vida y muerte son cíclicas, eternas.

Pero a nivel real nos movemos dentro de la lógica de la existencia humana. Pasado, presente y futuro son las tres determinantes de nuestro paso (nuestro movimiento) por este mundo.

Nuestra mente se mueve a través de la memoria y sus proyectos; del pasado donde hemos estado y el futuro al que nos dirigimos. Lo importante es saberlo. Saber que aunque nos quedemos quietos… ¡Nos movemos!

Vida y movimiento se relacionan, no puede ir lo uno sin lo otro. Nuestras ideas, nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, ¡se mueven! Y muchos de estos movimientos son para generar un cambio. Es en este mismo sentido de movimiento que somos seres evolutivos. Nada que no sea humano se queda sin evolucionar. Aunque no queramos nuestro cuerpo despierta siendo otro todos los días; se llama desarrollo, crecimiento, decadencia.

Nos movemos porque la vida nos lo exige, nos lo demanda. Vida y muerte son movimiento. El “eterno retorno” lo llamó Federico Nietzsche. Y hoy la ciencia epigenética se encarga de estudiar el retorno perpetuo del hombre en el tiempo a través de la replicación genética de nuestras células.

Somos puro devenir, pura potencia en el tiempo desde el último hombre nacido hace un segundo hasta el primero; Adán o el primer neandertal de hace un millón de años.

¡Nos movemos!

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