Posturas ridiculizadoras

Ángel Canul Escalante
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Esta semana se dio por terminado un debate donde lo que predominó fue las mentiras, a saber, con la decisión de la presidenta de la Suprema Corte, Norma Piña, de ceder los fideicomisos de más de 15 mil millones de pesos a los damnificados del recién paso del huracán categoría 5 en Acapulco, se evidenció que los derechos de los trabajadores del Poder Judicial nunca estuvieron en riesgo. Las marchas, opiniones y posturas que sostuvieron todo tipo de instituciones, grupos y personas quedaron en ridículo.

Al ser el mismo Poder Judicial quien entregara ese recurso, la narrativa de los opositores al actual gobierno federal cayó por sí sola. No faltó incluso los profesionistas de la abogacía que, con un aire de superioridad supuestamente brindado por su conocimiento del área, tuvieron que tragarse sus palabras: la autonomía del Poder Judicial nunca fue atentada.

Alguien que se mantenga en completa objetividad coincidirá que lo sucedido fue un absurdo. Lo interesante y lo que deberíamos analizar es de dónde vienen esa oleada de desinformación y porqué resulta ser tan efectiva, pues bastaba con leer cuáles eran los fideicomisos que se estaban eliminando para saber que ninguno ponía en peligro al Poder Judicial, en caso de desaparecer.

Me remonto a aquellas reflexiones que hacía sobre una politización mediana, por no decir burda. Quizá ahora se debata mucho más, por lo menos en redes sociales, sobre los temas políticos en boga o sobre la agenda que el presidente pone sobre la mesa, pero seguimos estando lejos de que nuestro debate sea crítico en el sentido etimológico, es decir, capaz de discernir entre lo real y lo que se presenta como real. Al final, nadie estaba buscando decir la verdad en sí sino únicamente aparentar que tiene la razón. Los intereses que cada una de las partes defendía sale sobrando, al final, como una lucha de tribus, cada una defendía a los suyos.

Deberíamos dirigir nuestros esfuerzos no sólo a que estos debates se den, sino también a elevar el nivel de debate, es justo y sano para nuestra democracia y, al final, creo que los que saldrían ganando serían las personas y no los grupos que luchan por el poder para debilitarse entre sí, poniendo en último lugar el interés de todos nosotros.