Prepararnos lo suficiente

Mario Barghomz

mbarghomz2012@hotmail.com

Hace poco (muy poco) vi la película documental sobre la enfermedad que padece Céline Dión: Síndrome de la Persona Rígida, que perturba de manera crónica todo su sistema nervioso y muscular.

No soy fan de Céline. Lo más que he escuchado de ella es su canción tema de la película Titanic, que representa la escena más épica de la trama donde DiCaprio y Winslet suben a la punta de la proa del barco, mientras la cámara de James Cameron hace un paneo extraordinario apenas horas antes de la catástrofe.

El cortometraje sobre Céline naturalmente fue preparado ex profeso; hay escenas donde se le mira con su familia cuando era niña, en otras la vemos haciendo su vida diaria con su perro y con sus hijos o yendo a ensayos y grabaciones, más otras también seleccionadas de sus conciertos. Pero sin duda lo más relevante, y ya desde las primeras escenas, vemos a una Céline pálida y avejentada (tiene 56 años), ocupándose de una enfermedad catastrófica que sólo le ocurre a una mujer de cada millón en el planeta.

Una de las cosas que hoy más le cuestan a Céline es cantar, no puede, no como antes hace ya 17 años en que comenzó a sentir los primeros síntomas de la enfermedad. Yo -dice- dependo de mi voz, ella es mi guía, la estrella que yo siempre he seguido a lo largo de mi vida. Sin ella no soy nada, yo canto, no se hacer otra cosa.

La voz es como una liga -comenta en uno de sus ensayos (la interpreto)- cuya flexibilidad nos permite usar todos y cada uno de sus registros dentro de nuestras posibilidades; agudos, graves o tonos intermedios… Pero la mía ya no me responde, “siento que ya no puedo controlarla”, ha perdido su flexibilidad, se ha vuelto rígida. Esta enfermedad ataca no sólo mi cuerpo y mi sistema nervioso, sino que me ha dejado también sin la posibilidad de seguir cantando. Pero estoy aquí, intentando hacerlo de nuevo, y para hacerlo debo prepararme lo suficiente.

Pero cómo prepararnos lo suficiente cuando la propia capacidad emocional, física y mental de nuestro cuerpo ya no nos responde. ¿Cómo se prepara uno para controlar cualquier enfermedad o para controlar nuestra salud y no perderla? ¿Se prepara uno para, llegado el momento, lidiar con una enfermedad como la de Céline (la que sea) o para que nunca nos ocurra? 

Las grandes aseguradoras saben que es el miedo (el temor) más que la previsión, lo que mueve al mundo a comprar o adquirir un seguro de vida. Los que lo hacen “saben” (¿cómo lo saben?) que un día va a pasar, y se preparan para lo inevitable. El dinero y cada cláusula del contrato, cubren al parecer todos los riesgos (o al menos los que se contratan), lo que hace parecer que así nuestra salud queda asegurada y en resguardo ante la inminente amenaza de contraer cualquier enfermedad, sea esta mortal, crónica o degenerativa.

Pero de qué manera entonces nos preparamos, no para enfermar algún día, ¡sino para la vida! Así como se prepara la voz (como dice Céline) para cantar en un concierto, o como otros se preparan para participar en una competencia atlética. Así como se prepara uno en la vida para terminar una carrera académica o tener algún día una familia. Se prepara uno para hacer un viaje o finalmente terminar de leer (como en mi caso) la docena de libros pendientes.

Pero cómo prepararnos para no enfermar un día, ¿es eso posible? Al menos es lo que se pretende desde la ciencia médica o nuestro desarrollo evolutivo. Y no hablo de envejecer y necesariamente enfermar para morir desahuciados, porque una enfermedad mortal, degenerativa o como la de Céline, el ELA o el cáncer pueden ocurrir desde una edad muy temprana.

Sin embargo; todas las enfermedades, unas más que otras, son enemigas de la previsión constante, el cuidado y la constancia de un buen mantenimiento higiénico, emocional, mental y físico, y amigas (¡muy amigas!) de la pereza, los malos hábitos, el estrés, la estupidez, la desidia y la tristeza crónica que nos incapacitarán por años, hasta el día de nuestra muerte.