Primero hay que obedecer a Dios, dice el arzobispo

Ayer, durante el tercer domingo de pascua en la S.I. Catedral, el arzobispo de Yucatán, monseñor Gustavo Rodríguez Vega, recordó la manera amorosa en la que Jesús realizó su tercera aparición después de su resurrección ante los apóstoles.

La ocasión, explicó, se dio después de una mala jornada de pesca: ya casi amaneciendo regresaban los discípulos y Jesús se les apareció en la orilla, pero no lo reconocieron. Les preguntó si habían pescado algo. Ante la respuesta negativa les pidió que tiraran sus redes a la derecha porque allí encontrarían muchos peces.

Juan fue el primero en reconocer a Jesús y cuando lo comentó, Pedro se anudó la túnica y se tiró al agua para llegar nadando a encontrarse con el maestro, mientras que sus compañeros arrastraban en la barca las redes repletas de peces, 153 en total.

A propósito, dijo que la figura del pez fue muy usada por los primeros cristianos como un símbolo secreto para referirse a Jesús.

El prelado continuó diciendo que cuando el grupo llegó a la orilla, Jesús los esperaba para almorzar con un pescado sobre las brazas y pan y es allí donde después de preguntarle a Pedro en tres ocasiones si lo amaba, le confirió una misión muy importante: “Apacienta a mis ovejas”.

Fue una triple confesión de amor que se interpreta como una purificación por las tres veces que Pedro negó a Jesús; en ese momento se convirtió en el responsable de propagar sus enseñanzas, de actuar en el amor de Cristo.

Antes, dijo Rodríguez Vega, en la primera lectura vimos cómo dos apóstoles son llevados a juicio por predicar en el nombre de Jesús y su fe era tan fuerte que sin temor respondieron a las acusaciones del Sumo Sacerdote con una sabia respuesta: “primero hay que obedecer a Dios y luego a los hombres”.

Eso les costó ser azotados y antes de ser liberados se les prohibió hablar de Jesús. Ellos se retiraron del Sanedrín, felices de haber sufrido aquellos ultrajes en el nombre de Jesús.

-Así debe ser la vida humana, la vida del papa, del obispo, del sacerdote y de las religiosas, de cada consagrado y de todo el que evangeliza: que todo lo que hagamos sea en el nombre de Dios y por amor a Cristo. El Señor nos llama a vivir en el amor, que sea nuestra misión en la vida amar a los que nos rodean, a la gente con que trabajamos, trabajar con amor, vivir el amor a Cristo -concluyó.

Texto y foto: Manuel Pool

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