Ya iniciamos el año 2017 con pronósticos nada alentadores en nuestro querido México. Según los analistas leemos
que se aproxima una crisis política, económica y social devastadora, con el incremento del combustible se prevé un alza en los precios de los productos, servicios y de todo, que conlleva a la inflación.
Además de los analistas económicos y políticos, surgen voces de profetas que anuncian el inminente fin del mundo, con guerras, hambres, epidemias y demás eventos con carácter apocalíptico. Todo esto está de terror, que si las tomas en cuenta no te dejarán vivir en paz, por los desastres que anuncian estos portadores de malas noticias.
He aquí el motivo de las siguientes letras, alertarnos sobre estos charlatanes que dicen tener el poder de ver el futuro y más en corto aquéllos que te adivinan tu futuro. La profecía es un don, se entiende como el conocimiento
anticipado de eventos futuros aun cuando en ocasiones se aplica a eventos pasados de los que no se tiene memoria, y a presentar sucesos que no pueden ser conocidos a la luz de la razón natural.
Las Sagradas Escrituras nos mencionan este don, San Pablo, hablando de la profecía en 1 Corintios 14, no limita su significado a la predicción de eventos futuros, sino que incluye las inspiraciones divinas sobre lo que es secreto,
sea que haya sucedido o no. Sin embargo, conforme se revelan las manifestaciones de sucesos pasados o misterios ocultos actuales tenemos que entender aquí por profecía lo que significa en su sentido propio y estricto: la revelación de sucesos futuros.
He aquí la esencia de la profecía, que consiste en el conocimiento y en la manifestación de lo que se sabe o se conoce. El conocimiento debe ser sobrenatural e inspirado por Dios ya que trata de sucesos más allá del poder natural de la inteligencia creada, y el conocimiento debe manifestarse mediante signos o palabras pues el don de la profecía se da en primer lugar para el bien de otros y por lo tanto necesita ser manifestado. Es una luz Divina por la que Dios revela sucesos del futuro y que son presentados de cierta manera mental al profeta, cuya obligación
es manifestarlos a los demás.
Hablar de profecía incluye a las personas que nos trasmiten esas verdades ocultas, es decir, los profetas. Aclaro, no es lo mismo hablar de profetas que de las consultas a médiums espiritistas, astrólogos, brujos, “parapsicólogos”, chamanes, clarividentes, tarotistas, curanderos y toda clase de “mancias” (quiromancia,
cartomancia, etc.), han dejado de ser un tabú supersticioso que convivía con la modernidad en forma
discreta, para convertirse en algo cotidiano, socialmente aceptado, con una creciente presencia en los medios de comunicación.
Tanto en la TV, la radio e internet, como en la educación, o en la familia, hoy no se distingue la evidencia científica de la superstición, la creencia religiosa de la magia, la fantasía de la realidad. Y así tenemos personas que ven documentales pretendidamente “científicos” sobre extraterrestres, espíritus que habitan casas abandonadas o personas que ven el futuro, creyendo que todo eso es verdad demostrada por la ciencia. La falta de pensamiento crítico y de una fe madura, arrastra a muchos creyentes a permanecer en creencias mágicas y a llenarse de miedos supersticiosos.
En el caso de la adivinación, está ampliamente demostrado que la mayoría de los supuestos videntes y adivinos son un verdadero fraude que utilizan técnicas ampliamente conocidas y estudiadas por la psicología, para engañar y estafar a las personas que con credulidad aceptan que les están adivinando su vida y su futuro. Las conocidas profecías cumplidas de astrólogos y videntes son simplemente la asociación de acontecimientos cotidianos con
predicciones vagas del pasado, que al crédulo que confía en ellos le confirman que le adivinaron el
futuro.
Benedicto XIV nos menciona quiénes pueden ser los receptores de las profecías. Dice (Virtud Heroica, III, 144, 150): “Los receptores de profecías pueden ser ángeles, demonios, hombres, mujeres, niños, paganos o gentiles; tampoco es necesario que a un hombre se le otorgue el don de una disposición particular para recibir la luz
profética si su juicio e inteligencia están adaptados para hacer manifiestas las cosas que Dios le revela. Aun cuando los méritos morales son muy útiles para un profeta, no son necesarios para obtener el don de la profecía”.
Ya con esto hice diferencia sobre los verdaderos profetas y los charlatanes para que no cunda el pánico con las falsas profecías, y si quieren estudiar una auténtica profecía sobre el fin del mundo, la más reconocida y aceptada como verdadera es el Apocalipsis. Sin embargo, para su estudio serio se recomienda siempre discreción y hacerlo con la ayuda de alguien versado en la materia.