Pura campaña

Armando Escalante
Periodista y analista político

El voto duro del presidente y/o para el partido que él fabricó, ha sido consistente en las últimas elecciones. Antes de la suya —la de hace cuatro años y meses— había un reparto de porcentajes a tercios, casi muy similares, pero en la última votación que le dio el triunfo en la presidencia ya no fue así: se unieron a su favor parte de los ciudadanos que votaban por los otros dos partidos fuertes. Solo así se explica que tuviera su voto duro y dos tantos más de sufragios que surgieron de los electores que antes votaban por el PAN-PRI y PRD.

Siendo más claros, Manuel López ganó porque parte de los simpatizantes panistas y de los priístas, más unos pocos perredistas se creyeron sus discursos y optaron por votar por él. Eso hizo que le suban los sufragios a él y que bajen los demás. Es sencillo: su voto fuerte calculado en unos 12 ó 15 millones y otro tanto igual provino de los que se le agregaron de la hoy oposición.

Es un hecho que en cuatro años el desgaste le ha restado buena parte de ese mayoritario porcentaje que tuvo y ha perdido adeptos incluso de su base a la que intenta mantener con dinero y muchísimas mentiras.

Todo esto suena demasiado sencillo y seguro que se puede poner en duda, pero los hechos han podido vislumbrar que así es. No tiene ciencia; una masa enojada que sigue los acordes del flautista, unos tantos engañados, y un poco más de ilusos, sumó 30 millones de electores de un padrón de 94 millones 871 mil 125 personas con credencial de elector. Claro, el día que ganó López solo fueron a votar 56 millones y medio y 26 millones no lo hicieron por él. Es decir 64 millones de mexicanos (comparado con el total de inscritos) no le dieron su voto.

Este enredo de números refleja que en el fondo el hombre que vive en un Palacio tiene menor respaldo que el que se cree y se ve. Es por eso que no para de hacer campaña, a todas horas, todos los días y en todos los estados. Cree que puede recuperar adeptos o cuando menos no seguirlos perdiendo. Siendo francos Amlo no ha podido “gobernar” porque está ocupado a todas horas haciendo campaña, o intentando no perder el poder en el 2024. Claro, al margen de sus obras inútiles, en el país no se hace nada y solo tenemos a unos soldados de albañiles. Ya vimos que lo suyo es destruir, acusar sin pruebas y no combatir a los crimínales.

Eso explica su revancha ante la manifestación ciudadana que él consiguió que saliera a las calles, con su desprecio a sus adversarios y a todos los que sean instruidos y con su siguiente objetivo de destruir al INE. Será el próximo domingo porque a él nadie le puede ganar. Veremos más patadas de ahogado.

El xix.— Recado al gobernador: en varias ciudades de Canadá —como buen país de primer mundo—, los ciudadanos están acostumbrados a que cuando el gobierno y la iniciativa privada hacen obras (laboran conjuntamente) los perjuicios y afectaciones a la vida diaria son tolerados y hasta bien vistos, porque saben que al final todo se traduce en una mejora considerable en la calidad de vida y no solo en la modernización o ampliación de la infraestructura. Cierran calles por muchos meses, excavan avenidas enteras para extenderse por debajo de la tierra, demuelen edificios, acaban con manzanas enteras y hasta mudan a la gente a otra parte y nadie protesta; al contrario, todos están contentos con lo que les depara el futuro. Aquí estamos frente a un reto: las muchísimas obras que se harán en la ciudad de Mérida a lo largo del 2023 y parte del 2024, van a afectar muchas calles y avenidas de numerosas colonias y suburbios por lo que urge preparar campañas de concientización que aminoren el impacto de esas molestias temporales a cambio de los beneficios permanentes. No tiene ciencia, pero en los gobiernos, los funcionarios no tienen tiempo para resolver lo importante sino solo lo urgente y casi siempre trabajan sobre las rodillas.